INSTITUTO TECNOLÓGICO DE TUXTEPEC
ESPECIALIDAD: ADMINISTRACIÓN.
"DESARROLLO HUMANO"
CATEDRÁTICO: ESPINOSA ÁVILA MARIA DEL ROCIO.
ALUMNA: GONZÁLEZ ESCÁRCEGA VIANEY
SAN JUAN BAUTISTA TUXTEPEC OAXACA.
CENTROS INTEGRADORES DEL SER HUMANO.
DIMENSIONES DEL SER HUMANO.
Hemos
de entender por dimensión el conjunto de potencialidades fundamentales con las
cuales se articula el desarrollo integral de una persona; o también si se
quiere, unidades fundamentales, de carácter abstracto, sobre las que se
articula el desarrollo integral del ser humano.
¿CUALES SON LAS DIMENSIONES DEL SER HUMANO?
1.
DIMENSIÓN FÍSICA.
2.
DIMENSIÓN SOCIAL.
3.
DIMENSIÓN EMOCIONAL.
4.
DIMENSIÓN INTELECTUAL.
5.
DIMENSIÓN SEXUAL.
6.
DIMENSIÓN ESPIRITUAL.
DIMENSIÓN FÍSICA.
Una
adecuada nutrición, deporte e higiene son indispensables para cultivar la
dimensión física.
La
dimensión física se refiere al cuerpo humano, que es la máquina más maravillosa
y completa que existe.
“La
calidad de vida supone cuidar efectivamente nuestro cuerpo: comer alimentos
nutritivos y tener una dieta balanceada, descansar lo suficiente y hacer
ejercicio con regularidad, es decir, preservar y mantener nuestra salud.”
La
salud física es el factor básico para lograr el equilibrio del ámbito afectivo,
intelectual y espiritual. Nuestro cuerpo es uno de los tesoros más grandes que
tenemos y para mantenerlo es indispensable:
Nutrición. Una
adecuada alimentación, balanceada y que incluya los nutrientes básicos, es
fundamental para conservar la salud.
Descanso. El
sueño es un requerimiento esencial para recuperar fuerzas. Por otra parte es
necesario disfrutar de los periodos de descanso recreo y diversión.
Higiene. La
limpieza, ayuda a la prevención y mantenimiento de la salud física.
Ejercicio. El
cuerpo requiere ejercitarse para mantenerse saludable. Varios y diversos
órganos y sentidos son estimulados por la actividad física. A través del
deporte es posible verse, sentirse, trabajar y vivir mejor.
El
deporte contribuye a obtener una salud integral. Cuando desempeñamos alguna
actividad física hay que considerar tres premisas básicas:
a) Realizar una actividad placentera en donde exista
diversión.
b) Que el ejercicio elimine los productos residuales
químicos producto de las emociones negativas.
c) Hacer algo saludable para uno mismo, tanto a nivel físico como psicológico.
c) Hacer algo saludable para uno mismo, tanto a nivel físico como psicológico.
Cuando
se busca el beneficio para la salud, se recomienda: nunca realizar algún
ejercicio que no deseamos hacer. El ejercicio debe producir alegría, placer y
satisfacción.
DIMENSIÓN SOCIAL.
se
organiza en torno a la interacción con otras personas. Supone la expresión de
la sociabilidad humana característica, esto es, el impulso genético que la
lleva a constituir sociedades, generar e interiorizar cultura, y el hecho de
estar preparada biológicamente para vivir con otros de su misma especie, lo que
implica prestar atención a otro humano necesariamente presente, y la
sociabilidad, o capacidad y necesidad de interacción afectiva con semejantes,
expresada en la participación en grupos, y la vivencia de experiencias
sociales.
Enfatiza en la diversidad de aspectos que permiten a la persona interactuar con
otras personas, para lo que son esenciales la existencia de otros con
conciencia de sí mismos, el lenguaje y la intención de comunicar. Es un
componente esencial para la vida y el desarrollo humano al resultar imposible
ser humano en solitario.
La persona nace en una sociedad (antes de nacer ya se está condicionado por una variedad de aspectos sociales, por ejemplo, las costumbres que marcan cuales son los patrones adecuados de comportamiento respecto a la elección de pareja o el embarazo) y necesita vivir en sociedad, ésta favorece la adaptación al medio, lo que le multiplica las posibilidades de sobrevivir. Nace de otras personas y requiere la presencia de otras personas para sobrevivir, llegar a ser ella misma en todos sus extremos y vivir una vida plena.
De hecho, muchas de las necesidades humanas precisan de la interacción con otros para ser cubiertas. Se interioriza la cultura de la sociedad en la que se nace o en la que se vive a través de los procesos de socialización que, en última instancia, favorecen la construcción del sentido del yo de la pertenencia a un determinado grupo. Mediante los otros, se moldea a la persona hasta que ésta acepta por completo las normas y valores sociales característicos del grupo donde habita, los ajusta a su propia idiosincrasia, y obtiene un marco de referencia para percibir y comprender la realidad y actuar autónomamente en ella. Para ello se aprovechan diversos mecanismos de desarrollo como la imitación o el modelado.
DIMENSION EMOCIONAL.
La
dimensión afectiva se refiere, como su nombre lo indica, a todas las emociones
y sentimientos que experimentamos.
La salud emocional es de vital importancia para
lograr la armonía y el equilibrio que se requiere para obtener una adecuada
calidad de vida.
Existe
una relación directa entre ética, valores y salud afectiva. El objetivo de toda
búsqueda humana es la felicidad. La felicidad individual es tan importante que
incide en la armonía social y de ésta depende en gran parte la paz social.
La
felicidad implica sentir emociones positivas y poseer salud afectiva.
La felicidad es una sensación profunda de plenitud
que no depende de factores externos, la felicidad es un estado mental que se
cultiva y se aprende mediante emociones y actitudes positivas.
Existen
varios tipos de emociones positivas: alegría, regocijo, gozo, excitación,
admiración, amor, armonía, calma y sosiego.
La emoción positiva por excelencia es el amor, la
dimensión afectiva puede cultivarse a través de actitudes y conductas
positivas, es decir, a través de valores.
Paul
Ekman, del departamento de psicología de la Universidad de Pennsylvania,
efectúo un estudio con personas con salud afectiva y detectó las cuatro
cualidades que emanan de las actitudes positivas:
Emanan bondad que los demás pueden advertir.
Generosas y empáticas.
Los demás se sienten a gusto con ellos.
Poseen un sentido de vida.
Las
emociones y los sentimientos son inherentes a la naturaleza humana, éstas han
sido adquiridos mediante el aprendizaje y la imitación de quienes nos rodean.
Las emociones negativas o destructivas son aquellas
que dañan a los demás y a nosotros mismos.
Existen
reacciones físicas y cerebrales que acompañan a las emociones tanto positivas
como negativas.
Es
necesario evitar las emociones destructivas ya que resultan dañinas y nos
provocan infelicidad. La mayoría de las personas experimentan emociones
negativas con determinadas situaciones, pero estamos en posibilidad de
liberarnos de éstas, es decir podemos modificar las emociones negativas a
través del aprendizaje consciente.
Algunas
de las emociones destructivas son:
· Ira
· Violencia
· Apatía
· Cólera
· Egoísmo
· Desinterés
· Resentimiento
|
· Avaricia
·
Desconsideración
· Rencor
· Soberbia
· Falta
de escrúpulos
· Envidia
·
Arrogancia
|
· Materialismo
· Celos
· Mentira
· Miedo
· Crueldad
· Pereza
· Enojo
|
Las
emociones negativas más comunes son el miedo y el enojo; ante el miedo es
posible actuar de distintas formas: posponiendo la situación, no enfrentándola
o evadiéndola. Ante el enojo surgen respuestas como la violencia o la agresión.
Las emociones negativas pueden convertirse en positivas mediante el uso de la
razón; entrenar y educar la mente en valores para que éstos sirvan como un
medio para impulsar la acción hacia actividades positivas; esto podemos
lograrlo mediante un proceso lógico de pensamiento. Al tomar una decisión
debemos pensar en las repercusiones y utilizar la conciencia moral.
DIMENSIÓN INTELECTUAL.
Los
conocimientos y alcances logrados por el intelecto se deben a la superación
personal por querer aprender y lograr mucho más en la vida, existen además
características que son importantes tales como, físicas: presentación personal,
salud, simpatía; intelectuales: iniciativa, imaginación, memoria, atención,
conocimiento; éticas y morales, dignidad, honradez, responsabilidad; sociales,
cortesía, tolerancia, empatía, buen humor; emocionales, autocontrol,
persistencia, confianza en sí mismo.
Entendemos
la educación intelectual como el proceso formativo e intencional que pretende
la adquisición y asimilación crítica de la cultura en una búsqueda constante de
la Verdad. Esto permitirá a nuestros alumnos/as afrontar nuevas situaciones
existenciales que la vida les ofrece, con criterios estables de interpretación
y acción.
Este
desarrollo intelectual, esencial para la vida, lo concebimos en una doble
vertiente.
Ámbito
del propio desarrollo intelectual, es decir, de cara a la integración
comprensiva, activa y dinamizadora de los alumnos/as en el mundo y en la
realidad que les rodea.
Ámbito
de la "madurez vocacional", de cara al ejercicio responsable de la
profesión que los alumnos/as elijan para el futuro.
Todo
ello en un diálogo fe-cultura. Potenciamos el aprendizaje de técnicas de
estudio y de trabajo en orden a una formación intelectual seria y exigente.
Pretendemos
un aprendizaje significativo que:
·
Motive la observación
y la búsqueda de la verdad.
·
Capacite a los
alumnos/as para comprender e interpretar la realidad, valorarla, tomar opciones
e intervenir en ella humana y solidariamente.
·
Procure que las
propuestas de aprendizaje respondan a los intereses de los alumnos/as y tengan
conexión con sus experiencias personales.
·
Asegure que lo
aprendido sea práctico y operativo.
·
Fomentamos el
desarrollo de las capacidades y destrezas de observar, comprender, analizar,
sintetizar y evaluar.
·
Pretendemos que
lleguen a ser capaces de resolver cuestiones y situaciones cada vez más
complejas, modificando progresivamente sus estructuras intelectuales y
ayudándoles a conseguir una autonomía progresiva en cada etapa escolar.
·
Fomentamos las
aptitudes intelectuales y el crecimiento de todas aquellas capacidades que
preparan a los alumnos/as para el acceso al saber a lo largo de toda la vida.
·
Intentamos formar y
hacer crecer el pensamiento creativo, abierto y divergente.
·
Orientamos el trabajo
del Colegio hacia la toma de conciencia de que todos necesitamos una educación
permanente y que lo que importa es "aprender a aprender", en una
actitud de renovación y búsqueda constante.
Motivamos a nuestros alumnos/as en sus estudios, no tanto por la calificación cuanto por el auto convencimiento de que su trabajo, para ellos y para la sociedad, consiste en formarse y en desarrollar todas sus capacidades, y procuramos educar a los padres en este mismo sentido.
Motivamos a nuestros alumnos/as en sus estudios, no tanto por la calificación cuanto por el auto convencimiento de que su trabajo, para ellos y para la sociedad, consiste en formarse y en desarrollar todas sus capacidades, y procuramos educar a los padres en este mismo sentido.
·
Animamos a los
alumnos/as para que sean agentes de su formación, vayan asumiendo las responsabilidades
propias de su edad y sean lúcidos en la evaluación de sus actividades y
acciones.
·
Deseamos promover el
desarrollo y la madurez vocacionales de los alumnos/as, a través de un proceso
tendente a potenciar el conocimiento de sí mismos y del entorno socio-laboral,
que lleve a la autonomía y al compromiso personal y social.
DIMENSIÓN SEXUAL.
La sexualidad es una dimensión fundamental de nuestro ser
personal. Esta se desarrolla a lo largo de toda nuestra vida, por lo que
decimos que es dinámica. Además de los aspectos biológicos y psicológicos, los
factores socioculturales tienen un papel muy importante en esta transformación;
su influencia puede ser positiva y propiciar el desarrollo íntegro, pleno, de
la persona, ser un vehículo de crecimiento y expresión personal, o por el
contrario, restringirlo y coartarlo.
A diferencia de lo que muchos piensan, la sexualidad humana no
sólo abarca las relaciones sexuales, los contactos eróticos y la reproducción.
Está vinculada con casi todas las áreas de la vida y, por lo mismo, su
aceptación y sana vivencia influyen positivamente en la vida general de la
persona. La sexualidad es sólo un elemento esencial de nuestro desarrollo y de
nuestra identidad. Ella constituye una forma de expresión de nuestro ser y de
nuestros sentimientos más íntimos y una forma y un proceso de comunicación. En
la vivencia de la sexualidad ponemos en juego los valores que están en la base
de nuestro proyecto de vida.
El ser humano es un todo cuyas partes interactúan; la sexualidad
es una de ellas y por eso es necesario entenderla de una manera global y como
un aspecto inherente a la persona. No es posible aislarla del resto del
individuo, ni entenderla como privativa de las personas que mantienen
relaciones sexuales coitales.
La sexualidad supone, expresa y participa del misterio integral de
la persona. De allí que no se la pueda entender desde una visión reduccionista.
Su carácter integral y plurivalente es un rasgo específico y característico.
Por ello es necesario aproximarse a su comprensión considerando las distintas
dimensiones que la componen:
Dimensión biológica: las diferencias entre el
varón y la mujer se imponen por una serie de caracteres morfológicos, sin
embargo la distinción biológica entre el hombre y la mujer es mucho más
compleja que la configuración descriptiva de la genitalidad. De tal modo que el
sexo biológico contempla 5 categorías básicas: la configuración cromosómica; el
sexo gonádico; el sexo hormonal, la estructura reproductiva intergenitalidad.
Dimensión psicológica: la sexualidad en el ser
humano no se limita a ser una “necesidad” (dimensión biológica), sino que se
expande en el camino del deseo (dimensión psicológica) llegando a ser vivencia
y comportamiento sexual humano. La dimensión psicológica introduce el sentido
en la sexualidad humana;. Entre las categorías que incluye esta dimensión está
la identidad sexual y el desarrollo sexual.
Dimensión sociocultural: el ser humano es un ser cultural también en su sexualidad; porque
tiene una historia, es una historia y construye historia. La tradición la
alcanza en la cultura en que vive. Se hace parte de esa historia cuando la
asume conscientemente y construye su historia cuando asume la responsabilidad
personal y colectiva como ser social frente al momento presente. Existen una
serie de espacios y canales de socialización de la sexualidad humana. Entre los
más importantes están la familia de origen, la escuela, el grupo de pares, la
religión, las normas sociales, los medios de comunicación.
Dimensión ética-filosófica: La sexualidad no es un concepto “abstracto”, la sexualidad se
vive, se pone en acción y se juega en las experiencias de la vida diaria, en lo
cotidiano. La dimensión ética parte de la noción de la persona, hombre y mujer,
como valor en sí misma. Esta va asumiendo a lo largo de su vida diversos
valores y se convierte, por lo tanto, en una portadora de ellos, los cuales
también jerarquiza a la luz de sus experiencias y vida personal. Constantemente
está revisando sus valores y replanteándose su jerarquía, lo que lleva a
conformar su conciencia. La ética se convierte así en el contexto valorativo
que orienta el ser y el actuar de la persona.
DIMENSIÓN ESPIRITUAL.
Hace
referencia a la experiencia interior más profunda de la persona, que la conduce
a dotar de sentido y propósito a las propias acciones y existencia, sean cuales
sean las condiciones externas, lo que significa aprender como encontrar
disfrute en la experiencia cotidiana; a contar con un sistema de valores y con
el compromiso de aplicarlos; a centrarse en algo que va más allá de uno mismo,
esto es, a trascender; al uso del propio potencial creativo; a la contemplación
de la vida y a aprovecharla de acuerdo con las propias aspiraciones y
convicciones y las del grupo al que se pertenece. Incluye realizar las
prácticas asociadas a la fe, la creencia o los valores morales que se profesan.
Supone contar con un sistema de pensamiento que permita comprender la vida, su
dirección y su expresión, que oriente elecciones y juicios, organice proyectos,
dote de dirección última a nuestras acciones individuales. Puede estar o no
impregnada de espiritualidad, entendida ésta como una relación personal con el
ser trascendente o, sin creer en un dios, como una relación personal con lo que
existe, una fuerza unificadora en sí misma, que conduce a sentir inclinación
por la vida y unidad con el cosmos. Precisa para su desarrollo de un cierto
grado de maduración en los procesos de dimensión biológica y psicológica que
hacen posible la conciencia y la intencionalidad.
Todas estas dimensiones experimentan procesos de desarrollo y se influencian mutuamente. Se insertan en el contexto global del ecosistema humano, el mundo natural, otros semejantes organizados en grupos significativos, el principal de los cuales es la familia, sin olvidar los amigos, los compañeros y los miembros de otros grupos de apoyo, las instituciones sociales y la sociedad global. Si bien todas las dimensiones son igualmente importantes, cada una de ellas puede aparecer en primer plano según las circunstancias existentes.
Cada una de las cuatro dimensiones en que se describe a la persona se encuentra en relación permanente y simultánea con las otras, formando un todo en el cual ninguna de las dimensiones que lo componen se puede reducir o subordinar a otra, ni puede ser contemplada de forma aislada. Un importante número de los procesos que constituyen las distintas dimensiones son automáticos o inconscientes y otros, por el contrario, son controlados o intencionados. Un cambio en cualquiera de ellos afecta al resto.
Todas estas dimensiones experimentan procesos de desarrollo y se influencian mutuamente. Se insertan en el contexto global del ecosistema humano, el mundo natural, otros semejantes organizados en grupos significativos, el principal de los cuales es la familia, sin olvidar los amigos, los compañeros y los miembros de otros grupos de apoyo, las instituciones sociales y la sociedad global. Si bien todas las dimensiones son igualmente importantes, cada una de ellas puede aparecer en primer plano según las circunstancias existentes.
Cada una de las cuatro dimensiones en que se describe a la persona se encuentra en relación permanente y simultánea con las otras, formando un todo en el cual ninguna de las dimensiones que lo componen se puede reducir o subordinar a otra, ni puede ser contemplada de forma aislada. Un importante número de los procesos que constituyen las distintas dimensiones son automáticos o inconscientes y otros, por el contrario, son controlados o intencionados. Un cambio en cualquiera de ellos afecta al resto.
LECTURAS:
1.EL
CUIDADO DE SÍ MISMO Y LA PERSONALIDAD SANA.
Modelos de
vida humana.
La sabiduría clásica, griega y latina,
forjó una máxima y un tema que subyace a posiciones y doctrinas -»morales», si
se quiere- tan distintas entre sí como eudemonismo, hedonismo y estoicismo. Es la
ética y la sabiduría del «¡cuida de tí mismo»!; es, en latín, la «cura sui», el
autocuidado. Sabio es aquél que sabe cuidar de sí mismo. Sabiduría es entonces
la figura combinada -yen sazón- resultante del cumplimiento de dos exhortaciones
también clásicas: el «¡conócete a tí mismo! » de la inscripción en el
frontispicio de la entrada al oráculo de Delfos; y el «¡ sé el que eres!» de
Píndaro, luego tan caro a Goethe.
Hay varias líneas de análisis y de
conocimiento que permiten afirmarlo en enfoque no ya sólo de clínica, sino de
ciencia básica de la acción y de la personalidad, con el respaldo de sólida
investigación ya existente acerca del bienestar personal y en el marco de una
teoría -y entronque en una práctica- focal izada en la autoeficacia y la autorregulación.
Existen resonancias del tema clásico del
autocuidado, ante todo, en una psicología de orientación humanista o
personalista, que ha perfilado los
rasgos de la «personalidad saludable», y todavía más, con ambición mayor, los
de un nivel superior de excelencia y plenitud en la existencia -«modelos
ideales de vida humana » los llama DiCaprio-, que es la madurez, la
autorrealización o el pleno devenir actualizado de la potencialidad de la
persona.
Da que pensar el hecho de que, en sus
dos libros pioneros de psicología de la personalidad, Allport dedicara sendos capítulos
amplios al tema de la personalidad madura. En el perfil de excelencia que
dibuja, Allport caracteriza la madurez personal por la ampliación del «yo», su
relación afectuosa con los demás, la seguridad emocional, una percepción
conforme a la realidad, aptitudes ante las tareas, conocimiento de sí y visión
unificadora de la vida. No es muy distinta la caracterización de Maslow de las
personas «autorrealizadas»: con percepción eficaz y cómoda de la realidad,
aceptadoras de sí mismas, de los demás y de la naturaleza, espontáneas,
centradas en los problemas, autónomas, con buenas relaciones personales y sentido
del humor. Y se asemeja a ambos lo que Rogers presenta como meta del deseable
«proceso de convertirse en persona» y a lo que invita en eco de Píndaro: llegar
a «ser el que uno es», consistente en autodirección, deseo de progreso, apertura
a la experiencia, confianza en uno mismo, sentimiento de libertad,
espontaneidad.
Ha sido sin duda esta psicología personalista
y de vocación pedagógica la que más ha contribuido a abrir un espacio compartido
por la ciencia y por el sentido común ilustrado, un espacio donde prospera una
amplia literatura divulgativa sobre bienestar, salud y trastorno mental. Es
literatura de desigual calidad y valor científico, pero a menudo con juiciosas
apreciaciones sobre el tema incluso cuando los autores hablan desde la
experiencia profesional o el sentido común y no desde el método científico.
Los temas predilectos de los
humanistas personalidad madura, cabal, realizada- suscitan extrema reserva, por
no decir repudio, a quienes se atienen a enfoques metodológicos
experimentalistas o bien a posiciones teóricas como las del conductismo
radical. Ahora bien, ni conductismo ni tampoco la experimentación poseen el
monopolio de una ciencia objetiva del comportamiento o de la personalidad, ni
tampoco de la salud y madurez mental y, respectivamente, del trastorno.
Al hablar de la acción y de la
capacidad de autocuidado se entiende aquí autocuidarse en orden a una
experiencia satisfactoria de la vida. Se sobreentiende además: estilo o repertorio
de conducta habitual, capacidad o disposición en orden a gestionar bien esa
experiencia, y no siempre conducta concreta aisladamente ejecutada.
La persona más capaz puede cometer errores
y el más inteligente incurrir en actos estúpidos. Por «mentalmente sano» que alguien
sea, puede errar más de una vez en su autocuidado o incluso renunciar a él, hasta
con riesgo de la vida, en acto heroico por el bien de otros. Del mismo modo,
sin embargo, que no se llamará inteligente a quien sólo realiza conductas
estúpidas, de quien jamás lleva a cabo acciones de autoprocura que redunden en
su propio bienestar difícilmente será posible mantener que goza de buena salud
mental.
El trastorno mental en sentido propio
ha de verse en consecuencia como un curso de acción o una práctica de autocuidado
deficiente. Y si se solicitan términos más apegados a un análisis funcional de
la conducta, cabe decir también: es una sucesión de conductas operantes, una
pauta persistente de comportamiento, un conjunto de «repertorios básicos de conducta»
o de «estilos interactivos personales », que no contribuyen a largo plazo a procurarse
una experiencia satisfactoria de la vida.
Cuidar de uno mismo es un subgrupo específico
dentro de cierta clase de comportamientos: los que tienen por objeto y término
a la propia persona que se conduce. Son comportamientos que suelen compendiarse
en la noción de «sí mismo » o Se despliegan en un amplio sistema de
actividades alrededor de dos principales focos: el autoconocimiento, los procesos
cognitivos acerca de uno mismo; y la auto acción, las conductas operantes que en
la medida en que- revierten en el propio agente. Y forman un sistema de gran
relevancia, puesto que el comportamiento autor referido es autorregulado y autor
regulador: en sus entresijos se juegan procesos de decisión, que son de
autodeterminación y que constituyen uno de los órdenes en que consiste la
«libertad» humana desde un análisis no ya de filosofía, sino de ciencia empírica
del comportamiento.
Georges Mead escribió que el
individuo, pese a todo, y con razón, es capaz de hacer frente a la entera
sociedad: «Una persona puede llegar a un punto tal en que ha de ir contra todo
lo que le rodea; pero para poder hacer eso ha de hablarse a sí mismo con la voz
de la razón». Cabe decirlo en otras palabras más próximas al presente argumento:
la dimensión de bienestar, de vivencia satisfactoria, de capacidad para ella por
parte del sujeto constituye una garantía y salvaguardia tanto para sí mismo cuanto
para la noción teórica y la meta práctica de salud mental frente a su disolución
en meros términos de una adaptación que sea únicamente encaje o ajuste social.
Una persona puede sentirse y saberse a sí misma- «sana», cargada de razón,
asistida por la voz de la racionalidad frente a una sociedad entera que al
sujeto le declara enfermo, inadaptado o desviado.
Pertinencia
al bienestar y capacidad de gozo.
Puede tomarse el bienestar como el
mejor referente e hilo conductor para cualquier propuesta relativa a la dimensión
de trastorno / salud mental e igualmente, en otro plano más de raíz, a la de
trastorno de personalidad sana. Ningún otro tópico relativo a esa dimensión ha
sido tan estudiado como el bienestar, la satisfacción personal, la felicidad.
La única línea comparable al respecto es la de la adaptación, tal como se da,
en concreto, en las conductas de afrontamiento y en sus consecuencias.
Pero aun esa línea viene a reducirse a
la otra, justo al resaltar que el bienestar –junto con la adaptación y la salud
física- resulta de un afrontamiento logrado, mientras que malestar,
inadaptación y enfermedad son los tres resultados típicos sea del estrés sea de
un malogrado afrontamiento. No es asimilar salud a bienestar (o felicidad) y
trastorno a malestar (o desdicha). Es postular como hipótesis conceptual orientadora
que se relacionan, aunque no son idénticos. La suya es una relación no de identidad,
sino de pertinencia en un nexo cuya naturaleza es preciso esclarecer.
Parece ser la hipótesis sobre la que
en sus últimas versiones la introducción del Manual DSM realiza su propia
formulación del trastorno, una formulación por cierto biopsicológica y no
reductora a lo social o a pautas colectivas de valor: «se trata de una disfunción
biológica, psicológica o conductual»; y «esta alteración no sólo está referida
a la relación entre el individuo y la sociedad».
La salud mental tiene que ver con experiencias,
la de bienestar personal o satisfacción en la vida, pero propiamente consiste
en comportamientos ordenados a esas experiencias. La cualidad de
«psicológicamente sano» o saludable, en rigor, es pertinente no en toda
actividad psíquica, de suyo no en la percepción o la memoria, no en las reacciones
de placer o dolor, de entusiasmo o de miedo; lo es sólo en el comportamiento
operante e instrumental, en la acción propiamente dicha, aquella que opera
cambios en el entorno o en el propio organismo del agente, cambios capaces de
redundar a su vez en experiencias positivas o negativas, gozosas o dolorosas.
Salud
mental y personalidad sana.
Por salud psicológica, mental o comportamental,
ha de entenderse, pues, la gestión habitual de una experiencia grata de la vida
por y para el propio sujeto agente. Esta experiencia, a su vez, incluye las
sensaciones más a flor de piel, las procuradas por los sentidos externos, y también
aquellas otras más profundas, asociadas al sensorio interno y que se organizan en
emociones y sentimientos. La salud mental, sin embargo, no es la experiencia vital
grata en sí misma o la dicha, o la felicidad, sino la acción, la conducta
operante, la práctica de gestionársela para uno mismo. No es en sí la
experiencia satisfactoria de la vida, porque son muchas las circunstancias
externas que pueden generar desdicha o sufrimiento. Exceptuando fakires y
estoicos acaso, los humanos no son invulnerables o inmunes a ellas. Por otro lado,
la tradición aristotélica, eudemonista y aún más la estoica, senequista, asocia
la felicidad a la sabiduría y a la virtud, al obrar acertado: el hombre virtuoso
es el hombre feliz, aunque no está del todo claro si se llama felicidad a la
acción virtuosa por ella misma o se piensa que de la virtud se sigue siempre y
con toda naturalidad la vida feliz.
Conviene reservar el término de trastorno
psicopatológico para el caso y el momento en que la persona no llega a velar por
ella misma, a afrontar con mínima eficacia las circunstancias adversas, al menos
aquellas dificultades del vivir que forman parte del programa biológico y social
de la existencia humana. Otra cosa es la tragedia. La gravedad trágica de la adversidad
puede llegar a trastornar, pero también sencillamente a hacer del todo
imposible cualquier forma de afrontamiento logrado o eficaz. Bajo
circunstancias negativas extremas es difícil mantener no ya el tipo, sino el
sano juicio.
El trastorno psicopatológico es una carencia
o insuficiencia comportamental en relación con la felicidad y el bienestar, con
una experiencia satisfactoria de la vida.
La personalidad no es una mera suma o
conjunto de conductas, de estilos o pautas de conducta. Es potencial de
comportamiento, posibilidad activa y probabilidad de comportamiento: es,
primero, capacidad y luego también propensión, disposición o predisposición. La
personalidad tiene que ver, como no puede ser menos, con lo que el sujeto hace
y ha hecho, pero asimismo con lo que es capaz o no de hacer, con lo que está o
no dispuesto a hacer, predispuesto, propenso a realizar.
Psicoterapia
y autorregulación.
Autocuidado no es autocontrol en el
sentido vulgar, más bien peyorativo, de bloqueo o inhibición, ni es obsesión o
preocupación por uno mismo, ni tampoco pertinaz introspección que retorna a la
interioridad como a núcleo o fuente de vida auténtica o como a presunto paraíso
perdido y recuperable en orden a una liberación por el «espíritu». El exceso de
autoanálisis, de autoatención, suele ser insano casi siempre. La capacidad de autocuidarse,
aquí equiparada a la personalidad saludable, comporta en cambio, esto sí,
ejercicio de un comportamiento de control por uno mismo o -por mejor decir una actividad
de autorregulación.
Los primeros análisis del sistema comportamental
de auto referencia y autorregulación datan de los años 70. En esos años surgen
propuestas prácticas de introducción de técnicas de autocontrol en el tratamiento
y modificación de conducta. La consagración analítico-teórica de las propuestas
clínicas desde entonces en auge se debe, sobre todo, a Bandura con un doble
postulado: el de un determinismo recíproco entre situación, conducta y persona,
a cuyo sistema de «sí mismo» reconoce así una función; y el del principio de
autoeficacia como mecanismo mediador del resultado positivo que diferentes
técnicas conductuales y de psicoterapia llegan a procurar. Desde entonces, la
investigación y análisis de la autorregulación ha puesto de relieve el carácter
deseable y benéfico de situaciones y acciones en las que el sujeto «controla» o
al menos «maneja» algunas de sus contingencias y, por tanto, es «dueño» en algo
de la propia vida. Es un control que implica tomar decisiones sobre uno mismo, auto
determinarse, lo que a su vez constituye una de las manifestaciones de la
libertad, empírica y no metafísicamente entendida.
En ese marco de investigación y teoría
básica adquieren pleno sentido las prácticas de autocuidado, los
comportamientos de autogestión de la propia experiencia a largo plazo. Estos
constituyen un factor esencial en todo el ancho ámbito de lo que han sido o son
la medicina psicosomática, la medicina comporta-mental y también, más reciente,
la psicología de la salud. Esos comportamientos desempeñan funciones
sustanciales en la conservación y recuperación de la salud tanto física como
psíquica o comportamental, en la perseverancia dentro de unos hábitos saludables
de vida, en la adherencia al tratamiento, de cualquier naturaleza que éste sea,
y en el haz de medidas terapéuticas o de modificación de conducta que comportan
muchas estrategias de intervención.
Lo que conviene resaltar es que la incorporación
de técnicas de autorregulación es algo más que un simple medio en orden a otros
fines: establecer o consolidar unos hábitos deseables, contribuir a superar una
depresión, eliminar una fobia o la ansiedad generalizada. Es un fin en sí misma
y por su propio valor. En cualquier intervención, no ya una meta entre otras, sino
la meta, por antonomasia, es la de hacer capaz al sujeto de gestionar para sí
–en autorregulación y autocuidado- una experiencia gozosa de la vida.
En efecto, la finalidad es, en
palabras del médico de Macbeth, que la persona «se administre su propia
medicina». El problema es justo, por desgracia, que a menudo la persona es
incapaz de eso; es incapaz por ella misma, por sí sola; lo es mientras no reciba
el suplemento de energía, de potencialidad, que puede venirle de otras personas
cercanas o bien -a falta de ellas o por impotencia suya- de un profesional cualificado
para ello. Ahí encuentra pleno significado a la vez humano y técnico la intervención
del experto, que a menudo es una suplencia, un complemento o prótesis de la
insuficiente capacidad del sujeto, pero siempre en orden a hacerle más capaz, a
facilitar que llegue a serlo; una intervención, por tanto, que progresiva y paulatinamente
ha de irse desvaneciendo para hacerle pasar de un régimen de control sólo externo
a unos mínimos de regulación interna, de autodirección.
Hay otros posibles objetos y objetivos
de una intervención psicológica que no es ya terapia en sentido propio: la
reducción del sufrimiento, la negociación de conflictos interpersonales, la
solución de problemas vitales, la orientación, el consejo o asesoramiento, en
general. Los profesionales del comportamiento y de la «psique » trabajan por
mejorar las condiciones de vida, de experiencia, en todo el rango de ellas, de
su calidad.
La
sabiduría de vivir.
Hay quien hace frente a los últimos años
de la vida con un sereno «confieso que he vivido», con un reconocimiento y declaración
de vida jubilosa, a Pablo Neruda. Otros en cambio admiten, con la tristeza de lo
ya irreparable, no haber sabido vivir. Hacia el final de su vida confesó y lamentó
Borges haber cometido el «pecado de no haber sido feliz». Al hacer melancólico
balance en clave de «pecado», estaba dando a entender que pudo haber sido de otro
modo; que en su mano estuvo haber obrado de forma diferente. No es para hacer
diagnóstico, ahora inútil e imposible, acerca de J.L. Borges, a quien sería por
otra parte injusto achacarle en juicio póstumo no haber sabido vivir, o acerca de
los Borges todos que en la historia han existido y que no llegaron a ser
felices en la medida en que pudieron haberlo sido, puesto que tenían todas las
circunstancias a su favor. Es para poner el contraste entre salud y trastorno
en palabras cotidianas: acierto o más bien capacidad de acierto en ser feliz y,
en el otro lado, error, malogro, incompetencia o carencia en no serlo.
2. El cuidado de sí y de los otros en Foucault,
principio orientador para la construcción de
una bioética del cuidado.
EL CUIDADO DE UNO MISMO.
Desde la perspectiva genealógica de Foucault, el cuidado de sí se entiende
como un conjunto de prácticas mediante las cuales un individuo establece cierta
relación consigo mismo y en esta relación el individuo se constituye en sujeto
de sus propias acciones.
Foucault, en su etapa ética, pensaba que la vida se debería tomar como una
obra de arte, como un proceso creativo de transformación individual: “Se trata
de hacer de la propia vida una obra de arte, de liberarse del pegajoso contagio
que secretan unas estructuras sociales en las que rige la ley del sálvese quien
pueda”
La relación con la verdad debe formar parte de una preocupación personal.
El afán de conocerse a sí mismo debe, necesariamente, pasar por ocuparse de sí
mismo. Debe dominarse el yo a fin de conseguir concretar una filosofía de vida
que haga de la persona un ser más pleno. El sujeto es quien tiene acceso a la
verdad. Chaverry afirma que el sujeto
tiene que ser objeto de sí con miras a una transformación espiritual que le
dará acceso a la verdad. El sujeto del “cuidado de sí” se constituye a sí mismo
a partir de su relación con la verdad.
El cuidado de sí conlleva un conocimiento de sí. Es la inevitable
relación que se establece entre una práctica y un saber o entre el sujeto y la verdad.
Es decir, existe un fuerte vínculo entre el conocimiento y la acción, sea como
principio regulador de la acción, como objetivo a ser logrado mediante la
acción o como proceso a través del cual comparece. El cuidado de sí se dirige al
alma, pero envuelve al cuerpo en una infinidad de preocupaciones de detalle. Se
convierte en un arte de vivir para todos y a lo largo de toda la vida; el
cuidado de sí es un modo de prepararse para la realización completa de la vida.
EL CUIDADO DE SÍ EN RELACIÓN CON EL CUIDADO DE LOS OTROS.
Foucault, en La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad,
dice que: …El cuidado de sí es ético en sí mismo; pero implica relaciones
complejas con los otros, en la medida que este ethos de la libertad es también
una manera de cuidar de los otros; por esto es importante para un hombre libre
que se conduce como se debe, saber gobernar a su mujer,
a sus hijos a su casa. Ahí está el arte de gobernar. EL ethos implica
también una relación hacia el cuidado de los otros, en la medida que el cuidado
de sí se vuelve capaz de ocupar, en la ciudad, en la comunidad o en las
relaciones interindividuales, el lugar que conviene.
El cuidado de sí expresa una actitud consigo mismo, pero también con los
otros, con los otros y con el mundo. Es, por un lado, una forma de vigilancia
sobre lo que uno piensa, sobre el pensamiento y, a la vez, designa un
determinado modo de actuar mediante el cual uno se transforma al hacerse cargo
del otro. En este sentido, comprende tanto pensamiento como acción de sí,
conocimiento y cuidado de sí, pero al mismo tiempo cuidado del otro .
El cuidado del otro, que está implícito en la acción, presupone un cuidado
ético de sí mismo. Britos reconoce que, el cuidado de sí solicita un movimiento
reflexivo sobre sí mismo; continuamente se requiere un autoexamen, una revisión
de los modos con los que se ha intentado orientar
la conducta…se busca es examinar lo acontecido a nivel del comportamiento
para pulir sus formas, sus procedimientos.
Foucault propone cuatro tipos principales de estas tecnologías y que
cada una de ellas representa una matriz de la razón práctica:
1) tecnologías de la producción, que nos permiten, transformar o
manipular cosas,
2) tecnologías de sistemas de signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos,
símbolos o significaciones;
3) tecnologías de poder, que
determinan la conducta de los individuos, los somete a cierto tipo de fines o
de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto;
4) tecnologías del yo, que
permiten a los individuos efectuar por cuenta propia o con la ayuda de otros,
cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta,
o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el
f in de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad.
BIOÉTICA Y BIOPOLÍTICA
Foucault fue uno de los primeros pensadores que introdujo en sus discusiones
el tema de la biopolítica. La biopolítica es una política de la vida. El origen
del concepto de biopolítica lo sitúa en la cercanía de las preocupaciones
bioéticas, ya que trata del ejercicio de poder sobre el cuerpo humano (Kottow
115). Para Foucault el poder busca ocuparse de la vida; por eso, él habló de la
biopolítica como: … si es probable hablar de biohistoria con relación a
aquellas presiones ejercidas sobre los movimientos que imbrican vida e
historia, se deberá entonces hablar de biopolítica para señalar el ingreso de
la vida y sus mecanismos en el ámbito del cálculo conscientes y de la
transformación
del poder sapiente en un agente modificador de la vida humana. (Foucault
80)
Este autor afirmaba que “la medicina se convierte en un poder autoritario
con funciones normalizadoras que van mucho más allá de la existencia de las
enfermedades y de la demanda del enfermo”. Es así como la bioética coincide con
las preocupaciones de la biopolítica y otro tipo de reflexiones actuales.
La bioética es una disciplina que se ocupa de la ética de las ciencias de
la vida, entre ellas de la ética clínica, la ecología y el medioambiente; es en
el campo de la salud donde ha tenido su mayor incidencia, ya que fue allí donde
se dio origen a ella. Díaz afirma que “sin lugar a dudas la bioética, en su
papel dinamizador de las discusiones éticas en la práctica médica actual, está
relacionada de manera directa con los procesos de medicalización y biopolítica”
(26). Es por esto, que el nacimiento de la bioética se encuentra ligado a
conflictos institucionales o de poder.
La bioética tiene implicaciones políticas, pero son ámbitos distintos ─el
de la reflexión y deliberación de una ética práctica y el de la política referente
a la vida humana y la salud─ que no deben confundirse (Kottow 117). La bioética
debe abordar los dilemas éticos de justicia y mostrar y denunciar los
problemas, y sugerir posibles soluciones justas, basadas en el respeto al ser
humano y su dignidad, también como ser social.
LA BIOÉTICA MIRADA DESDE EL CUIDADO DE SÍ Y DE LOS OTROS.
La bioética es la ética de la vida que podría ser entendida como una ética
del cuidado de sí y de los otros; debe liderar la reflexión de nuevos principios
y valores de acuerdo con las problemáticas que amenazan la vida de los humanos
en la actualidad. Esta reflexión ética la entiende
Foucault, como la práctica reflexiva de la libertad, libertad que no se concibe
en términos del derecho, sino como la condición ontológica de la ética,
libertad que implica saber conducir a los otros.
García habla sobre la deliberación en bioética, de sus necesidades, sus
objetivos y afirma que:
…la bioética es un proceso de deliberación sobre los fines de la vida
humana que no puede limitarse a los hospitales o Facultades de Medicina, y que
resaltaba el carácter político de la vida humana (en sentido similar al
concepto de biopolítica de Michel Foucault). La bioética requiere, desde su
nacimiento, de un escenario plural, abierto al diálogo y a la participación de
todos los implicados, en el que el procedimiento de la deliberación es el más
apropiado para cumplir con estos objetivos.
El cuidado de sí se presenta como exigencia y como fuerza de creación de
nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Valorar lo que el mundo nos ha
brindado y en especial la naturaleza corresponde a los seres humanos como seres
racionales; el hombre no puede ser egoísta por creerse dueño de la naturaleza,
que con sus actos la manipula y la destruye; el hombre debe reconocerse como
parte de la naturaleza y cuidar las diferentes formas de vida, que en muchas
ocasiones son utilizadas para su propio beneficio, para la cura de
enfermedades; es en este sentido que la bioética, como una ética del cuidado,
debe propender por una continua reflexión.
La bioética, como
una ética del cuidado de sí y de los otros, se debe preocupar por la exaltación
de la vida humana y de la vida en general.
Para Maldonado:
…la verdad es que las eventuales consideraciones sobre la vida humana en
el planeta, siempre, en Occidente, tuvieron lugar a expensas de la vida en
general de la naturaleza y de la biota en general. Esas consideraciones
condujeron finalmente al conjunto de problemas medioambientales que conocemos
suficiente, pero ante los cuales no parece haber una acción eficaz, a largo
plazo y de gran escala.
En síntesis, se puede afirmar que la bioética es una disciplina en constante
evolución. Esta disciplina edifica un puente entre la ciencia y las humanidades
enlazadas por la ética. Abarca no solo las implicaciones de la tecnociencia en
el campo de la salud, sino también en lo social y lo ambiental. Asimismo, se
constituye en uno de los referentes éticos para la reflexión bioética de las
situaciones que afectan la vida y dignidad de la persona, sus derechos y su
medioambiente social, cultural y natural
Por tanto, como lo afirma Palazzani: la bioética del cuidado [de sí y de
los otros] hace una importante contribución, humaniza la actuación en el ámbito
de las profesiones de la salud, contra los excesos de la técnica, de la
tecnología, de la gestión, de lo empresarial, contra la despersonalización
burocratización de lo sanitario […] La bioética del cuidado muestra la
necesidad de oponerse al paternalismo y contractual ismo, al recuperar el
significado auténtico de la alianza terapéutica entre paciente y o profesional
de la salud en la construcción de un diálogo continuo e interpersonal.
Esta bioética que se plantea implica aplicar los principios y valores morales
universalmente construidos y adoptados en acciones cotidianas que realiza cada
persona en razón de su dignidad humana y las libertades fundamentales de cada
ser humano pertenecientes a la especie, incluyendo la tierra como sustento de
la vida en el planeta.
3.LA ÉTICA DEL CUIDADO
DE SÍ. MORAL Y ÉTICA EN FOUCAULT.
El
término significa el trabajo, la aplicación, el celo por algo, con diversas
aplicaciones en medicina (el cuidado del enfermo), en política (la
responsabilidad del gobernante), se encuentra particularmente en Platón,
Jenofonte, Musonio Rufo, Séneca, Epícteto, Marco Aurelio, Epicuro. Como
elaboración filosófica es un principio que plantea la necesidad de un ejercicio
permanente de cuidar de uno mismo, de preocuparse, de volver sobre sí mismo en
una actitud vigilante. Para Epicuro, Epícteto, Platón, llegó a ser una
categoría esencial de sus doctrinas.
Es
evidente entonces la importancia otorgada a la epimeleia heautou, la cura sui
como actitud, "actitud del individuo respecto de sí mismo" en la
construcción del propio sujeto y también como principio de la conducta
racional. De ahí que proponga entender la Ética como "elaboración de una
forma de relación consigo mismo que permite al individuo constituirse como
sujeto de una conducta moral" Para Foucault, enfatiza Rajchman, "la
libertad no es liberación ni proceso de emancipación orientado hacia un fin, ni
siquiera el atributo de cada individuo o licencia individual dada a todos".
Es
evidente entonces que en la construcción, la constitución de uno mismo como
obra realizada, entran en juego las prácticas reales o "técnicas de sr',
el ethos (manera de ser), el estilo, la elección personal, las maneras de
enfrentarse de cada individuo con el mundo exterior, y por esto mismo no es
concebible que sean impuestas a todos universalmente.
En síntesis, la ética como "una manera de
ser y de comportarse" implica una determinada como dominio ejercido sobre
sí mismo es la libertad-poder y tiene ecos de orden político en relación con la
ciudad y el gobierno de los otros ciudadanos: para gobernar es preciso estar
previamente en capacidad de gobernarse, el gobierno de los otros exige
primeramente el gobierno de sí.
La
distinción entre moral y ética parte de la constatación de la existencia de
morales con pretensión universalista constituidas por normas, códigos, con
énfasis en la autoridad, el cumplimiento de prescripciones, la sanción y el
castigo; y morales de orientación ética en las que los individuos se
constituyen ellos mismos como sujetos de conducta moral, problematizan sus
comportamientos y buscan inventarse un modo de existencia. La moral es
entendida entonces como relación con uno mismo y cuyo elemento central está
basado en la subjetivación (ética) y las "prácticas de sí". Es decir,
un individuo establece un cierto tipo de relación consigo mismo para dar a su vida
una orientación y de esta forma construye cierto modo de existencia. Aquí el
sujeto se preocupa más por relacionarse primeramente consigo mismo que con unos
códigos. Esta es la moral orientada hacia la ética en tanto que no busca
establecer impositivamente normas universales y es la que Foucault promueve
quizás como una forma de escape nostálgico de las morales universales y como
posibilidad abierta a nuevas prácticas o técnicas de existencia.
Uno
de los aspectos más polémicos que despertó la aparición de Las palabras y las
cosas (1966) fue el planteamiento expresado claramente desde el prefacio y en
las páginas finales sobre el hombre como una invención reciente y no como su
constante preocupación y búsqueda desde la antigüedad. Frente a la muerte del
hombre que allí se anunciaba, "el fin del asesino", después de
Nietzsche, se prefiere optar por un dilema 10 (Canguilhem) o evocar el
antihumanismo de la filosofía contemporánea contraponiéndole la filosofía del
ser en Heideger, con un énfasis muy marcado en la "Carta sobre el
humanismo"l!, posición que asume M. Dufrenne.
LA PREGUNTA POR LA ILUSTRACIÓN Y EL
DANDYSMO DE BAUDELAIRE
Comentando
el texto de la respuesta Foucault observa que tiene un significado histórico y
puede ser válida en cualquier momento de la historia por cuanto la descripción
arqueológica y genealógica no constituyen ningún horizonte de idealidad ni una
especie de a priori histó- rico agotable rápidamente en un momento dado. Pero
no solo es una reflexión histórica de Kant sobre los principios de la Ilustración
y la modernidad pues lo que se plantea allí como problema es la cuestión del
presente, puesta por primera vez en el centro de la reflexión filosófica.
Articulación
por tanto de una doble tarea que compromete al filósofo, pues por una parte, si
pregunta por el presente, la interrogación misma le marca su pertenencia al
momento histórico en el que vive y, por otra, si critica su propio tiempo esto
mismo implica un trabajo del pensamiento sobre sí mismo que revierte en la
transformación del sujeto. Dos puntos merecen la atención: la caracterización
de la modernidad como aptitud hacia el presente y el dandismo como crítica de
la actualidad y simultáneamente como constitución del sujeto. Kant se habría
preocupado por dar respuesta a lapregunta enfatizando más el significado de esa
época llamada AufkHirung antes que saber lo que son las Luces.
La
modernidad, prefiere definirla entonces como "una actitud", un modo
de relación con la actualidad en diversas perspectivas que tocan directamente
al pensar y al sentir, el actuar y el comportarse, por consiguiente comprometen
directamente la elección voluntaria. De esta manera, encuentra en el dandy
rasgos que se pueden aproximar a la época moderna y a la idea de actualidad:
"el hombre moderno, para Baudelaire, no es aquel que parte del
descubrimiento de sí mismo, de sus secretos y de su verdad escondida; es aquel
que busca inventarse a sí mismo". De donde se sigue inmediatamente lo que
significa ser moderno, el alcance teórico pero sobre todo práctico de la elaboración
y la invención La ontología crítica del presente Junto a la imagen de
modernidad del dandy de Baudelaire quisiéramos destacar del análisis del texto
¿Qué es la Ilustración? un segundo punto que Foucault expresa con la idea de
que Kant "inaugura la filosofía como ontología del presente", pues
como se puede ver, la ontología crítica del pensamiento como actitud filosófica
posibilita un nuevo espacio ético. La ontología se ocupa del ser. Es para la
tradición filosófica el estudio del ser en cuanto ser. En el contexto de la
reflexión contemporánea no es otra cosa que interpretación de nuestra condición
o situación, precisa Vattimo. singular en la relación con e particularmente
desde el domifu ética. "Lo nuevo, lo interesante, actual. Lo actual no es
lo que somos, más bien lo que devenimos, lo queé mos deviniendo, es decir el
Otro, nué devenir-otro. El presente, por el con rio, es lo que somos y, por
ello mismo,! que estamos ya dejando de ser" , mentan Deleuze y Guatarri.
La
ontología crítica del presente es una interrogación, una reflexión
histórico-crítica sobre el presente y sobre nosotros mismos que expresa, bajo
una forma voluntariamente discreta, la reflexión kantiana sobre la Ilustración.
Por consiguiente en esta perspectiva no es solamente una reflexión histórica
sobre los principios de la Ilustración sino ante todo el planteamiento del
problema de la cuestión del presente pues se trata de ver "qué es lo que
en el presente produce sentido actualmente para una reflexión filosófica".
Alguien podría objetar que para el
existencialismo hay un compromiso con el presente del sujeto por medio de la
elección individual y de los actos que van a definir la esencia de cada uno (la
existencia precede a la esencia, sostiene Sartre) y que el marxismo como
sistema de pensamiento tenía la pretensión de una filosofía transformadora, con
base en el análisis de una realidad presente sobre todo de orden económico.
4. MICHEL FOUCAULT Y EL CUIDADO DE SÍ.
El arte de la existencia.
Foucault aclaraba (1992a; 2006; 2008a) que el
nacimiento del bio-poder trajo consigo un poder, que genera que las personas
pierdan libertad, pues son normalizadas, disciplinadas y docilitadas,
determinando su forma de ver, pensar y actuar. Por ello, azuza a oponer
resistencia ante el Estado y las instituciones, madurando una ética propia con
la cual generar una subjetividad personal. Este tipo de reflexiones se condice
principalmente con los últimos años de Foucault, en lo que se ha denominado
etapa ética; en ésta el autor francés anunciaba que había que tomar la vida
como obra de arte, en un orden espiritual, como un proceso creativo de
transformación individual.
Dicho en otros términos, en
la etapa ética de Foucault “Se trata de hacer de la propia vida una obra de
arte, de liberarse del pegajoso contagio que secretan unas estructuras sociales
en las que rige la ley del sálvese quien pueda” Foucault (2008b) ilustra esta
situación analizando principalmente la Grecia de los siglos II y III AC, viendo
como en esta época existían prácticas del cuidado de sí ligadas a concepciones
filosóficas mayores. De este modo, describe que el precepto ocuparse de uno
mismo era, “para los griegos, uno de los principales principios de las
ciudades, una de las reglas más importantes para la conducta social y personal
y para el arte de la vida” (Foucault, 2000a: 50). Este imperativo se traduce en
una serie de actividades que conformaron las “tecnologías del yo”.
“Las tecnologías del yo son
las técnicas que se ejercen sobre uno mismo y que permiten a los individuos
efectuar por sus propios medios un cierto número de operaciones sobre sus
cuerpos, sus almas, sus pensamientos y sus conductas” (Díaz, 1995: 153). Vale
decir, estas técnicas buscan un cuidado y esmero por el sí mismo, son prácticas
reglamentadas o no, individuales o colectivas, que tiene por fin tanto
conocerse uno mismo, como transformarse. En este sentido, las tecnologías del
yo fueron examinadas por Foucault como “estética” en los griegos, “cuidado de
sí” en los estoicos y “hermenéutica del yo” en los cristianos.
“El sí no es el vestir, ni
los instrumentos, ni las posesiones. Ha de encontrarse en el principio que usa
esos instrumentos, un principio que no es del cuerpo sino del alma. Uno ha de
preocuparse por el alma: ésta es la principal actividad en el cuidado de sí. El
cuidado de sí es el cuidado de la actividad y no el cuidado del alma como
sustancia”
Tanto Sócrates como Platón recomendaban
ejercitar el cuerpo mediante la gimnasia, pero no sólo por sus beneficios
corporales, sino que también porque trae ganancias en el pensamiento, ya que,
como hemos ido planteando, un cuerpo con mala salud trae como consecuencia el
desvarío, el desaliento, la tristeza, al punto de que los conocimientos
adquiridos acaban por ser lanzados del alma. Además, el rigor de un régimen
físico nos exterioriza una indispensable firmeza moral.
Esta exigencia pasa por
instruirse en técnicas de vida por medio de las cuales el cuidado de sí ayudará
a encontrar la verdad, la verdad personal y la transformación de la
subjetividad. El sujeto se debe interrogar y conocer, buscando cómo mejorar su
ser. Se debe persistir en esta tarea motivado siempre por una voluntad ligada,
tanto a un presente como a un futuro: ser feliz, alcanzar una mayor sabiduría y
lograr una mejor sociedad. No obstante, se debe aclarar que este cuidado de sí,
en la época que lo estudió el autor francés, estaba ligado a un grupo
determinado de la sociedad, a aquellos que por condiciones socio-económicas
privilegiadas, gozaban del tiempo y las condiciones para preocuparse por
cultivar su ser.
Asimismo, se debía estar al
tanto de la comida; en sus ingredientes, su temperatura. Debían igualmente ejercerse
una serie de hábitos; se aconsejaba el cantar, pues ayuda a la salud, los
paseos, hablar en público, saber escuchar, la concentración anímica, los
ejercicios físicos y espirituales, la filosofía, la introspección, los baños,
las relaciones sexuales, o la abstinencia; dependiendo las circunstancias, la
relación con la pareja o el matrimonio, escribir era importante dentro del
cuidado de sí 4, mandar cartas 5, purificarse antes de dormir, con baños o meditación,
recordar a los muertos, la gimnasia, el ayuno o las dietas, el retiro, etc.
Se debe destacar, por lo tanto, que en el
caso de los griegos, teóricamente, la cultura estaba orientada hacia el alma,
pero todas las preocupaciones por el cuerpo adquirieron una importancia inmensa
(Foucault, 2000a). Esto estaría dado, expone Foucault (1992b), por algo
distinto de lo que pudo ser la valorización del brío físico, o el atractivo
corporal, en una época en que la gimnasia, el entrenamiento deportivo y
militar, constituían piezas cardinales de la formación de un individuo libre.
Sino que se inscribe, al menos en parte, en el interior de una moral que
decreta que la muerte, la enfermedad, o incluso el sufrimiento físico, no
constituyen males verdaderos, y, por tanto, es mejor cuidar el alma que
preocuparse por el cuerpo en sí mismo.
En esta lógica operaría la
idea de que los males del cuerpo y del alma pueden comunicarse entre ellos e
intercambiar sus pesadumbres: allí donde los malos hábitos del alma pueden
encaminar miserias físicas, mientras que los excesos del cuerpo exteriorizan y
fomentan los defectos del alma.
En suma, en la última etapa
de la obra de Foucault, el cuidado de la verdad es un cuidar de sí, en el que
el sí mismo aparece relatado y constituido en una relación consigo, como cuerpo
y como sujeto. El cuidado y el conocimiento de sí mismo es la clave para
conocer la verdad, y para lograr una mejor vida. “La más notoria de las
permanencias es la relación con uno mismo.