viernes, 8 de abril de 2016

2DA UNIDAD DESARROLLO HUMANO



INSTITUTO TECNOLÓGICO DE TUXTEPEC

ESPECIALIDAD: ADMINISTRACIÓN.

"DESARROLLO HUMANO"

CATEDRÁTICO: ESPINOSA ÁVILA MARIA DEL  ROCIO.
ALUMNA: GONZÁLEZ ESCÁRCEGA VIANEY

SAN JUAN BAUTISTA TUXTEPEC OAXACA.











CENTROS INTEGRADORES DEL SER HUMANO.


DIMENSIONES DEL SER HUMANO.



Hemos de entender por dimensión el conjunto de potencialidades fundamentales con las cuales se articula el desarrollo integral de una persona; o también si se quiere, unidades fundamentales, de carácter abstracto, sobre las que se articula el desarrollo integral del ser humano.
¿CUALES SON LAS DIMENSIONES DEL SER HUMANO?
1.    DIMENSIÓN FÍSICA.
2.    DIMENSIÓN SOCIAL.
3.    DIMENSIÓN EMOCIONAL.
4.    DIMENSIÓN INTELECTUAL.
5.    DIMENSIÓN SEXUAL.
6.    DIMENSIÓN ESPIRITUAL.








DIMENSIÓN FÍSICA.
Una adecuada nutrición, deporte e higiene son indispensables para cultivar la dimensión física.
La dimensión física se refiere al cuerpo humano, que es la máquina más maravillosa y completa que existe.
“La calidad de vida supone cuidar efectivamente nuestro cuerpo: comer alimentos nutritivos y tener una dieta balanceada, descansar lo suficiente y hacer ejercicio con regularidad, es decir, preservar y mantener nuestra salud.”
La salud física es el factor básico para lograr el equilibrio del ámbito afectivo, intelectual y espiritual. Nuestro cuerpo es uno de los tesoros más grandes que tenemos y para mantenerlo es indispensable:
Nutrición. Una adecuada alimentación, balanceada y que incluya los nutrientes básicos, es fundamental para conservar la salud.
Descanso. El sueño es un requerimiento esencial para recuperar fuerzas. Por otra parte es necesario disfrutar de los periodos de descanso recreo y diversión.
Higiene. La limpieza, ayuda a la prevención y mantenimiento de la salud física.
Ejercicio. El cuerpo requiere ejercitarse para mantenerse saludable. Varios y diversos órganos y sentidos son estimulados por la actividad física. A través del deporte es posible verse, sentirse, trabajar y vivir mejor.




El deporte contribuye a obtener una salud integral. Cuando desempeñamos alguna actividad física hay que considerar tres premisas básicas:
 a)   Realizar una actividad placentera en donde exista diversión.
 b)   Que el ejercicio elimine los productos residuales químicos producto de las    emociones         negativas.
 c)   Hacer algo saludable para uno mismo, tanto a nivel físico como psicológico.

Cuando se busca el beneficio para la salud, se recomienda: nunca realizar algún ejercicio que no deseamos hacer. El ejercicio debe producir alegría, placer y satisfacción.


DIMENSIÓN SOCIAL.


se organiza en torno a la interacción con otras personas. Supone la expresión de la sociabilidad humana característica, esto es, el impulso genético que la lleva a constituir sociedades, generar e interiorizar cultura, y el hecho de estar preparada biológicamente para vivir con otros de su misma especie, lo que implica prestar atención a otro humano necesariamente presente, y la sociabilidad, o capacidad y necesidad de interacción afectiva con semejantes, expresada en la participación en grupos, y la vivencia de experiencias sociales.

Enfatiza en la diversidad de aspectos que permiten a la persona interactuar con otras personas, para lo que son esenciales la existencia de otros con conciencia de sí mismos, el lenguaje y la intención de comunicar. Es un componente esencial para la vida y el desarrollo humano al resultar imposible ser humano en solitario.





La persona nace en una sociedad (antes de nacer ya se está condicionado por una variedad de aspectos sociales, por ejemplo, las costumbres que marcan cuales son los patrones adecuados de comportamiento respecto a la elección de pareja o el embarazo) y necesita vivir en sociedad, ésta favorece la adaptación al medio, lo que le multiplica las posibilidades de sobrevivir. Nace de otras personas y requiere la presencia de otras personas para sobrevivir, llegar a ser ella misma en todos sus extremos y vivir una vida plena.

De hecho, muchas de las necesidades humanas precisan de la interacción con otros para ser cubiertas. Se interioriza la cultura de la sociedad en la que se nace o en la que se vive a través de los procesos de socialización que, en última instancia, favorecen la construcción del sentido del yo de la pertenencia a un determinado grupo. Mediante los otros, se moldea a la persona hasta que ésta acepta por completo las normas y valores sociales característicos del grupo donde habita, los ajusta a su propia idiosincrasia, y obtiene un marco de referencia para percibir y comprender la realidad y actuar autónomamente en ella. Para ello se aprovechan diversos mecanismos de desarrollo como la imitación o el modelado. 

DIMENSION EMOCIONAL.

La dimensión afectiva se refiere, como su nombre lo indica, a todas las emociones y sentimientos que experimentamos.

La salud emocional es de vital importancia para lograr la armonía y el equilibrio que se requiere para obtener una adecuada calidad de vida.



Existe una relación directa entre ética, valores y salud afectiva. El objetivo de toda búsqueda humana es la felicidad. La felicidad individual es tan importante que incide en la armonía social y de ésta depende en gran parte la paz social.
La felicidad implica sentir emociones positivas y poseer salud afectiva.

La felicidad es una sensación profunda de plenitud que no depende de factores externos, la felicidad es un estado mental que se cultiva y se aprende mediante emociones y actitudes  positivas.

Existen varios tipos de emociones positivas: alegría, regocijo, gozo, excitación, admiración, amor, armonía, calma y sosiego.

La emoción positiva por excelencia es el amor, la dimensión afectiva puede cultivarse a través de actitudes y conductas positivas, es decir, a través de valores.

Paul Ekman, del departamento de psicología de la Universidad de Pennsylvania, efectúo un estudio con personas con salud afectiva y detectó las cuatro cualidades que emanan de las actitudes positivas:
Emanan bondad que los demás pueden advertir.

    Generosas y empáticas.
   Los demás se sienten a gusto con ellos.
    Poseen un sentido de vida.

Las emociones y los sentimientos son inherentes a la naturaleza humana, éstas han sido adquiridos mediante el aprendizaje y la imitación de quienes nos rodean. 



Las emociones negativas o destructivas son aquellas que dañan a los demás y a nosotros mismos.

Existen reacciones físicas y cerebrales que acompañan a las emociones tanto positivas como negativas.

Es necesario evitar las emociones destructivas ya que resultan dañinas y nos provocan infelicidad. La mayoría de las personas experimentan emociones negativas con determinadas situaciones, pero estamos en posibilidad de liberarnos de éstas, es decir podemos modificar las emociones negativas a través del aprendizaje consciente.

Algunas de las emociones destructivas son:  

       ·         Ira                            
       ·         Violencia                      
       ·         Apatía
       ·         Cólera
       ·         Egoísmo
       ·         Desinterés
       ·         Resentimiento  
      ·    Avaricia
      ·    Desconsideración
      ·    Rencor
      ·     Soberbia
      ·     Falta de escrúpulos
      ·     Envidia
      ·     Arrogancia  
      ·         Materialismo
      ·         Celos
      ·         Mentira
      ·         Miedo
      ·         Crueldad
      ·         Pereza
      ·         Enojo

Las emociones negativas más comunes son el miedo y el enojo; ante el miedo es posible actuar de distintas formas: posponiendo la situación, no enfrentándola o evadiéndola. Ante el enojo surgen respuestas como la violencia o la agresión. Las emociones negativas pueden convertirse en positivas mediante el uso de la razón; entrenar y educar la mente en valores para que éstos sirvan como un medio para impulsar la acción hacia actividades positivas; esto podemos lograrlo mediante un proceso lógico de pensamiento. Al tomar una decisión debemos pensar en las repercusiones y utilizar la conciencia moral.


DIMENSIÓN INTELECTUAL.

 Los conocimientos y alcances logrados por el intelecto se deben a la superación personal por querer aprender y lograr mucho más en la vida, existen además características que son importantes tales como, físicas: presentación personal, salud, simpatía; intelectuales: iniciativa, imaginación, memoria, atención, conocimiento; éticas y morales, dignidad, honradez, responsabilidad; sociales, cortesía, tolerancia, empatía, buen humor; emocionales, autocontrol, persistencia, confianza en sí mismo.
Entendemos la educación intelectual como el proceso formativo e intencional que pretende la adquisición y asimilación crítica de la cultura en una búsqueda constante de la Verdad. Esto permitirá a nuestros alumnos/as afrontar nuevas situaciones existenciales que la vida les ofrece, con criterios estables de interpretación y acción.

Este desarrollo intelectual, esencial para la vida, lo concebimos en una doble vertiente.
Ámbito del propio desarrollo intelectual, es decir, de cara a la integración comprensiva, activa y dinamizadora de los alumnos/as en el mundo y en la realidad que les rodea.
Ámbito de la "madurez vocacional", de cara al ejercicio responsable de la profesión que los alumnos/as elijan para el futuro.
Todo ello en un diálogo fe-cultura. Potenciamos el aprendizaje de técnicas de estudio y de trabajo en orden a una formación intelectual seria y exigente.
Pretendemos un aprendizaje significativo que:
·         Motive la observación y la búsqueda de la verdad.
·         Capacite a los alumnos/as para comprender e interpretar la realidad, valorarla, tomar opciones e intervenir en ella humana y solidariamente.
·         Procure que las propuestas de aprendizaje respondan a los intereses de los alumnos/as y tengan conexión con sus experiencias personales.
·         Asegure que lo aprendido sea práctico y operativo.
·         Fomentamos el desarrollo de las capacidades y destrezas de observar, comprender, analizar, sintetizar y evaluar.
·         Pretendemos que lleguen a ser capaces de resolver cuestiones y situaciones cada vez más complejas, modificando progresivamente sus estructuras intelectuales y ayudándoles a conseguir una autonomía progresiva en cada etapa escolar.
·         Fomentamos las aptitudes intelectuales y el crecimiento de todas aquellas capacidades que preparan a los alumnos/as para el acceso al saber a lo largo de toda la vida.
·         Intentamos formar y hacer crecer el pensamiento creativo, abierto y divergente.
·         Orientamos el trabajo del Colegio hacia la toma de conciencia de que todos necesitamos una educación permanente y que lo que importa es "aprender a aprender", en una actitud de renovación y búsqueda constante.


          Motivamos a nuestros alumnos/as en sus estudios, no tanto por la calificación cuanto por el auto convencimiento de que su trabajo, para ellos y para la sociedad, consiste en formarse y en desarrollar todas sus capacidades, y procuramos educar a los padres en este mismo sentido.
·         Animamos a los alumnos/as para que sean agentes de su formación, vayan asumiendo las responsabilidades propias de su edad y sean lúcidos en la evaluación de sus actividades y acciones.
·         Deseamos promover el desarrollo y la madurez vocacionales de los alumnos/as, a través de un proceso tendente a potenciar el conocimiento de sí mismos y del entorno socio-laboral, que lleve a la autonomía y al compromiso personal y social.

DIMENSIÓN SEXUAL.
La sexualidad es una dimensión fundamental de nuestro ser personal. Esta se desarrolla a lo largo de toda nuestra vida, por lo que decimos que es dinámica. Además de los aspectos biológicos y psicológicos, los factores socioculturales tienen un papel muy importante en esta transformación; su influencia puede ser positiva y propiciar el desarrollo íntegro, pleno, de la persona, ser un vehículo de crecimiento y expresión personal, o por el contrario, restringirlo y coartarlo.

A diferencia de lo que muchos piensan, la sexualidad humana no sólo abarca las relaciones sexuales, los contactos eróticos y la reproducción. Está vinculada con casi todas las áreas de la vida y, por lo mismo, su aceptación y sana vivencia influyen positivamente en la vida general de la persona. La sexualidad es sólo un elemento esencial de nuestro desarrollo y de nuestra identidad. Ella constituye una forma de expresión de nuestro ser y de nuestros sentimientos más íntimos y una forma y un proceso de comunicación. En la vivencia de la sexualidad ponemos en juego los valores que están en la base de nuestro proyecto de vida.
El ser humano es un todo cuyas partes interactúan; la sexualidad es una de ellas y por eso es necesario entenderla de una manera global y como un aspecto inherente a la persona. No es posible aislarla del resto del individuo, ni entenderla como privativa de las personas que mantienen relaciones sexuales coitales.
La sexualidad supone, expresa y participa del misterio integral de la persona. De allí que no se la pueda entender desde una visión reduccionista. Su carácter integral y plurivalente es un rasgo específico y característico. Por ello es necesario aproximarse a su comprensión considerando las distintas dimensiones que la componen:

Dimensión biológica: las diferencias entre el varón y la mujer se imponen por una serie de caracteres morfológicos, sin embargo la distinción biológica entre el hombre y la mujer es mucho más compleja que la configuración descriptiva de la genitalidad. De tal modo que el sexo biológico contempla 5 categorías básicas: la configuración cromosómica; el sexo gonádico; el sexo hormonal, la estructura reproductiva intergenitalidad.
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Dimensión psicológica: la sexualidad en el ser humano no se limita a ser una “necesidad” (dimensión biológica), sino que se expande en el camino del deseo (dimensión psicológica) llegando a ser vivencia y comportamiento sexual humano. La dimensión psicológica introduce el sentido en la sexualidad humana;. Entre las categorías que incluye esta dimensión está la identidad sexual y el desarrollo sexual.
Dimensión sociocultural: el ser humano es un ser cultural también en su sexualidad; porque tiene una historia, es una historia y construye historia. La tradición la alcanza en la cultura en que vive. Se hace parte de esa historia cuando la asume conscientemente y construye su historia cuando asume la responsabilidad personal y colectiva como ser social frente al momento presente. Existen una serie de espacios y canales de socialización de la sexualidad humana. Entre los más importantes están la familia de origen, la escuela, el grupo de pares, la religión, las normas sociales, los medios de comunicación.
Dimensión ética-filosófica: La sexualidad no es un concepto “abstracto”, la sexualidad se vive, se pone en acción y se juega en las experiencias de la vida diaria, en lo cotidiano. La dimensión ética parte de la noción de la persona, hombre y mujer, como valor en sí misma. Esta va asumiendo a lo largo de su vida diversos valores y se convierte, por lo tanto, en una portadora de ellos, los cuales también jerarquiza a la luz de sus experiencias y vida personal. Constantemente está revisando sus valores y replanteándose su jerarquía, lo que lleva a conformar su conciencia. La ética se convierte así en el contexto valorativo que orienta el ser y el actuar de la persona.

DIMENSIÓN ESPIRITUAL.


Hace referencia a la experiencia interior más profunda de la persona, que la conduce a dotar de sentido y propósito a las propias acciones y existencia, sean cuales sean las condiciones externas, lo que significa aprender como encontrar disfrute en la experiencia cotidiana; a contar con un sistema de valores y con el compromiso de aplicarlos; a centrarse en algo que va más allá de uno mismo, esto es, a trascender; al uso del propio potencial creativo; a la contemplación de la vida y a aprovecharla de acuerdo con las propias aspiraciones y convicciones y las del grupo al que se pertenece. Incluye realizar las prácticas asociadas a la fe, la creencia o los valores morales que se profesan. Supone contar con un sistema de pensamiento que permita comprender la vida, su dirección y su expresión, que oriente elecciones y juicios, organice proyectos, dote de dirección última a nuestras acciones individuales. Puede estar o no impregnada de espiritualidad, entendida ésta como una relación personal con el ser trascendente o, sin creer en un dios, como una relación personal con lo que existe, una fuerza unificadora en sí misma, que conduce a sentir inclinación por la vida y unidad con el cosmos. Precisa para su desarrollo de un cierto grado de maduración en los procesos de dimensión biológica y psicológica que hacen posible la conciencia y la intencionalidad.

Todas estas dimensiones experimentan procesos de desarrollo y se influencian mutuamente. Se insertan en el contexto global del ecosistema humano, el mundo natural, otros semejantes organizados en grupos significativos, el principal de los cuales es la familia, sin olvidar los amigos, los compañeros y los miembros de otros grupos de apoyo, las instituciones sociales y la sociedad global. Si bien todas las dimensiones son igualmente importantes, cada una de ellas puede aparecer en primer plano según las circunstancias existentes.




Cada una de las cuatro dimensiones en que se describe a la persona se encuentra en relación permanente y simultánea con las otras, formando un todo en el cual ninguna de las dimensiones que lo componen se puede reducir o subordinar a otra, ni puede ser contemplada de forma aislada. Un importante número de los procesos que constituyen las distintas dimensiones son automáticos o inconscientes y otros, por el contrario, son controlados o intencionados. Un cambio en cualquiera de ellos afecta al resto. 



LECTURAS:


1.EL CUIDADO DE SÍ MISMO Y LA PERSONALIDAD SANA.


Modelos de vida humana.

La sabiduría clásica, griega y latina, forjó una máxima y un tema que subyace a posiciones y doctrinas -»morales», si se quiere- tan distintas entre sí como eudemonismo, hedonismo y estoicismo. Es la ética y la sabiduría del «¡cuida de tí mismo»!; es, en latín, la «cura sui», el autocuidado. Sabio es aquél que sabe cuidar de sí mismo. Sabiduría es entonces la figura combinada -yen sazón- resultante del cumplimiento de dos exhortaciones también clásicas: el «¡conócete a tí mismo! » de la inscripción en el frontispicio de la entrada al oráculo de Delfos; y el «¡ sé el que eres!» de Píndaro, luego tan caro a Goethe.
Hay varias líneas de análisis y de conocimiento que permiten afirmarlo en enfoque no ya sólo de clínica, sino de ciencia básica de la acción y de la personalidad, con el respaldo de sólida investigación ya existente acerca del bienestar personal y en el marco de una teoría -y entronque en una práctica- focal izada en la autoeficacia y la autorregulación.
Existen resonancias del tema clásico del autocuidado, ante todo, en una psicología de orientación humanista o
personalista, que ha perfilado los rasgos de la «personalidad saludable», y todavía más, con ambición mayor, los de un nivel superior de excelencia y plenitud en la existencia -«modelos ideales de vida humana » los llama DiCaprio-, que es la madurez, la autorrealización o el pleno devenir actualizado de la potencialidad de la persona.
Da que pensar el hecho de que, en sus dos libros pioneros de psicología de la personalidad, Allport dedicara sendos capítulos amplios al tema de la personalidad madura. En el perfil de excelencia que dibuja, Allport caracteriza la madurez personal por la ampliación del «yo», su relación afectuosa con los demás, la seguridad emocional, una percepción conforme a la realidad, aptitudes ante las tareas, conocimiento de sí y visión unificadora de la vida. No es muy distinta la caracterización de Maslow de las personas «autorrealizadas»: con percepción eficaz y cómoda de la realidad, aceptadoras de sí mismas, de los demás y de la naturaleza, espontáneas, centradas en los problemas, autónomas, con buenas relaciones personales y sentido del humor. Y se asemeja a ambos lo que Rogers presenta como meta del deseable «proceso de convertirse en persona» y a lo que invita en eco de Píndaro: llegar a «ser el que uno es», consistente en autodirección, deseo de progreso, apertura a la experiencia, confianza en uno mismo, sentimiento de libertad, espontaneidad.
Ha sido sin duda esta psicología personalista y de vocación pedagógica la que más ha contribuido a abrir un espacio compartido por la ciencia y por el sentido común ilustrado, un espacio donde prospera una amplia literatura divulgativa sobre bienestar, salud y trastorno mental. Es literatura de desigual calidad y valor científico, pero a menudo con juiciosas apreciaciones sobre el tema incluso cuando los autores hablan desde la experiencia profesional o el sentido común y no desde el método científico.
Los temas predilectos de los humanistas personalidad madura, cabal, realizada- suscitan extrema reserva, por no decir repudio, a quienes se atienen a enfoques metodológicos experimentalistas o bien a posiciones teóricas como las del conductismo radical. Ahora bien, ni conductismo ni tampoco la experimentación poseen el monopolio de una ciencia objetiva del comportamiento o de la personalidad, ni tampoco de la salud y madurez mental y, respectivamente, del trastorno.
Al hablar de la acción y de la capacidad de autocuidado se entiende aquí autocuidarse en orden a una experiencia satisfactoria de la vida. Se sobreentiende además: estilo o repertorio de conducta habitual, capacidad o disposición en orden a gestionar bien esa experiencia, y no siempre conducta concreta aisladamente ejecutada.
La persona más capaz puede cometer errores y el más inteligente incurrir en actos estúpidos. Por «mentalmente sano» que alguien sea, puede errar más de una vez en su autocuidado o incluso renunciar a él, hasta con riesgo de la vida, en acto heroico por el bien de otros. Del mismo modo, sin embargo, que no se llamará inteligente a quien sólo realiza conductas estúpidas, de quien jamás lleva a cabo acciones de autoprocura que redunden en su propio bienestar difícilmente será posible mantener que goza de buena salud mental.
El trastorno mental en sentido propio ha de verse en consecuencia como un curso de acción o una práctica de autocuidado deficiente. Y si se solicitan términos más apegados a un análisis funcional de la conducta, cabe decir también: es una sucesión de conductas operantes, una pauta persistente de comportamiento, un conjunto de «repertorios básicos de conducta» o de «estilos interactivos personales », que no contribuyen a largo plazo a procurarse una experiencia satisfactoria de la vida.
Cuidar de uno mismo es un subgrupo específico dentro de cierta clase de comportamientos: los que tienen por objeto y término a la propia persona que se conduce. Son comportamientos que suelen compendiarse en la noción de «sí mismo » o Se despliegan en un amplio sistema de actividades alrededor de dos principales focos: el autoconocimiento, los procesos cognitivos acerca de uno mismo; y la auto acción, las conductas operantes que en la medida en que- revierten en el propio agente. Y forman un sistema de gran relevancia, puesto que el comportamiento autor referido es autorregulado y autor regulador: en sus entresijos se juegan procesos de decisión, que son de autodeterminación y que constituyen uno de los órdenes en que consiste la «libertad» humana desde un análisis no ya de filosofía, sino de ciencia empírica del comportamiento.

Georges Mead escribió que el individuo, pese a todo, y con razón, es capaz de hacer frente a la entera sociedad: «Una persona puede llegar a un punto tal en que ha de ir contra todo lo que le rodea; pero para poder hacer eso ha de hablarse a sí mismo con la voz de la razón». Cabe decirlo en otras palabras más próximas al presente argumento: la dimensión de bienestar, de vivencia satisfactoria, de capacidad para ella por parte del sujeto constituye una garantía y salvaguardia tanto para sí mismo cuanto para la noción teórica y la meta práctica de salud mental frente a su disolución en meros términos de una adaptación que sea únicamente encaje o ajuste social. Una persona puede sentirse y saberse a sí misma- «sana», cargada de razón, asistida por la voz de la racionalidad frente a una sociedad entera que al sujeto le declara enfermo, inadaptado o desviado.


Pertinencia al bienestar y capacidad de gozo.


Puede tomarse el bienestar como el mejor referente e hilo conductor para cualquier propuesta relativa a la dimensión de trastorno / salud mental e igualmente, en otro plano más de raíz, a la de trastorno de personalidad sana. Ningún otro tópico relativo a esa dimensión ha sido tan estudiado como el bienestar, la satisfacción personal, la felicidad. La única línea comparable al respecto es la de la adaptación, tal como se da, en concreto, en las conductas de afrontamiento y en sus consecuencias.
Pero aun esa línea viene a reducirse a la otra, justo al resaltar que el bienestar –junto con la adaptación y la salud física- resulta de un afrontamiento logrado, mientras que malestar, inadaptación y enfermedad son los tres resultados típicos sea del estrés sea de un malogrado afrontamiento. No es asimilar salud a bienestar (o felicidad) y trastorno a malestar (o desdicha). Es postular como hipótesis conceptual orientadora que se relacionan, aunque no son idénticos. La suya es una relación no de identidad, sino de pertinencia en un nexo cuya naturaleza es preciso esclarecer.
Parece ser la hipótesis sobre la que en sus últimas versiones la introducción del Manual DSM realiza su propia formulación del trastorno, una formulación por cierto biopsicológica y no reductora a lo social o a pautas colectivas de valor: «se trata de una disfunción biológica, psicológica o conductual»; y «esta alteración no sólo está referida a la relación entre el individuo y la sociedad».
La salud mental tiene que ver con experiencias, la de bienestar personal o satisfacción en la vida, pero propiamente consiste en comportamientos ordenados a esas experiencias. La cualidad de «psicológicamente sano» o saludable, en rigor, es pertinente no en toda actividad psíquica, de suyo no en la percepción o la memoria, no en las reacciones de placer o dolor, de entusiasmo o de miedo; lo es sólo en el comportamiento operante e instrumental, en la acción propiamente dicha, aquella que opera cambios en el entorno o en el propio organismo del agente, cambios capaces de redundar a su vez en experiencias positivas o negativas, gozosas o dolorosas.

Salud mental y personalidad sana.


Por salud psicológica, mental o comportamental, ha de entenderse, pues, la gestión habitual de una experiencia grata de la vida por y para el propio sujeto agente. Esta experiencia, a su vez, incluye las sensaciones más a flor de piel, las procuradas por los sentidos externos, y también aquellas otras más profundas, asociadas al sensorio interno y que se organizan en emociones y sentimientos. La salud mental, sin embargo, no es la experiencia vital grata en sí misma o la dicha, o la felicidad, sino la acción, la conducta operante, la práctica de gestionársela para uno mismo. No es en sí la experiencia satisfactoria de la vida, porque son muchas las circunstancias externas que pueden generar desdicha o sufrimiento. Exceptuando fakires y estoicos acaso, los humanos no son invulnerables o inmunes a ellas. Por otro lado, la tradición aristotélica, eudemonista y aún más la estoica, senequista, asocia la felicidad a la sabiduría y a la virtud, al obrar acertado: el hombre virtuoso es el hombre feliz, aunque no está del todo claro si se llama felicidad a la acción virtuosa por ella misma o se piensa que de la virtud se sigue siempre y con toda naturalidad la vida feliz.

Conviene reservar el término de trastorno psicopatológico para el caso y el momento en que la persona no llega a velar por ella misma, a afrontar con mínima eficacia las circunstancias adversas, al menos aquellas dificultades del vivir que forman parte del programa biológico y social de la existencia humana. Otra cosa es la tragedia. La gravedad trágica de la adversidad puede llegar a trastornar, pero también sencillamente a hacer del todo imposible cualquier forma de afrontamiento logrado o eficaz. Bajo circunstancias negativas extremas es difícil mantener no ya el tipo, sino el sano juicio.

El trastorno psicopatológico es una carencia o insuficiencia comportamental en relación con la felicidad y el bienestar, con una experiencia satisfactoria de la vida.
La personalidad no es una mera suma o conjunto de conductas, de estilos o pautas de conducta. Es potencial de comportamiento, posibilidad activa y probabilidad de comportamiento: es, primero, capacidad y luego también propensión, disposición o predisposición. La personalidad tiene que ver, como no puede ser menos, con lo que el sujeto hace y ha hecho, pero asimismo con lo que es capaz o no de hacer, con lo que está o no dispuesto a hacer, predispuesto, propenso a realizar.



Psicoterapia y autorregulación.

Autocuidado no es autocontrol en el sentido vulgar, más bien peyorativo, de bloqueo o inhibición, ni es obsesión o preocupación por uno mismo, ni tampoco pertinaz introspección que retorna a la interioridad como a núcleo o fuente de vida auténtica o como a presunto paraíso perdido y recuperable en orden a una liberación por el «espíritu». El exceso de autoanálisis, de autoatención, suele ser insano casi siempre. La capacidad de autocuidarse, aquí equiparada a la personalidad saludable, comporta en cambio, esto sí, ejercicio de un comportamiento de control por uno mismo o -por mejor decir una actividad de autorregulación.
Los primeros análisis del sistema comportamental de auto referencia y autorregulación datan de los años 70. En esos años surgen propuestas prácticas de introducción de técnicas de autocontrol en el tratamiento y modificación de conducta. La consagración analítico-teórica de las propuestas clínicas desde entonces en auge se debe, sobre todo, a Bandura con un doble postulado: el de un determinismo recíproco entre situación, conducta y persona, a cuyo sistema de «sí mismo» reconoce así una función; y el del principio de autoeficacia como mecanismo mediador del resultado positivo que diferentes técnicas conductuales y de psicoterapia llegan a procurar. Desde entonces, la investigación y análisis de la autorregulación ha puesto de relieve el carácter deseable y benéfico de situaciones y acciones en las que el sujeto «controla» o al menos «maneja» algunas de sus contingencias y, por tanto, es «dueño» en algo de la propia vida. Es un control que implica tomar decisiones sobre uno mismo, auto determinarse, lo que a su vez constituye una de las manifestaciones de la libertad, empírica y no metafísicamente entendida.
En ese marco de investigación y teoría básica adquieren pleno sentido las prácticas de autocuidado, los comportamientos de autogestión de la propia experiencia a largo plazo. Estos constituyen un factor esencial en todo el ancho ámbito de lo que han sido o son la medicina psicosomática, la medicina comporta-mental y también, más reciente, la psicología de la salud. Esos comportamientos desempeñan funciones sustanciales en la conservación y recuperación de la salud tanto física como psíquica o comportamental, en la perseverancia dentro de unos hábitos saludables de vida, en la adherencia al tratamiento, de cualquier naturaleza que éste sea, y en el haz de medidas terapéuticas o de modificación de conducta que comportan muchas estrategias de intervención.
Lo que conviene resaltar es que la incorporación de técnicas de autorregulación es algo más que un simple medio en orden a otros fines: establecer o consolidar unos hábitos deseables, contribuir a superar una depresión, eliminar una fobia o la ansiedad generalizada. Es un fin en sí misma y por su propio valor. En cualquier intervención, no ya una meta entre otras, sino la meta, por antonomasia, es la de hacer capaz al sujeto de gestionar para sí –en autorregulación y autocuidado- una experiencia gozosa de la vida.
En efecto, la finalidad es, en palabras del médico de Macbeth, que la persona «se administre su propia medicina». El problema es justo, por desgracia, que a menudo la persona es incapaz de eso; es incapaz por ella misma, por sí sola; lo es mientras no reciba el suplemento de energía, de potencialidad, que puede venirle de otras personas cercanas o bien -a falta de ellas o por impotencia suya- de un profesional cualificado para ello. Ahí encuentra pleno significado a la vez humano y técnico la intervención del experto, que a menudo es una suplencia, un complemento o prótesis de la insuficiente capacidad del sujeto, pero siempre en orden a hacerle más capaz, a facilitar que llegue a serlo; una intervención, por tanto, que progresiva y paulatinamente ha de irse desvaneciendo para hacerle pasar de un régimen de control sólo externo a unos mínimos de regulación interna, de autodirección.
Hay otros posibles objetos y objetivos de una intervención psicológica que no es ya terapia en sentido propio: la reducción del sufrimiento, la negociación de conflictos interpersonales, la solución de problemas vitales, la orientación, el consejo o asesoramiento, en general. Los profesionales del comportamiento y de la «psique » trabajan por mejorar las condiciones de vida, de experiencia, en todo el rango de ellas, de su calidad.



La sabiduría de vivir.


Hay quien hace frente a los últimos años de la vida con un sereno «confieso que he vivido», con un reconocimiento y declaración de vida jubilosa, a Pablo Neruda. Otros en cambio admiten, con la tristeza de lo ya irreparable, no haber sabido vivir. Hacia el final de su vida confesó y lamentó Borges haber cometido el «pecado de no haber sido feliz». Al hacer melancólico balance en clave de «pecado», estaba dando a entender que pudo haber sido de otro modo; que en su mano estuvo haber obrado de forma diferente. No es para hacer diagnóstico, ahora inútil e imposible, acerca de J.L. Borges, a quien sería por otra parte injusto achacarle en juicio póstumo no haber sabido vivir, o acerca de los Borges todos que en la historia han existido y que no llegaron a ser felices en la medida en que pudieron haberlo sido, puesto que tenían todas las circunstancias a su favor. Es para poner el contraste entre salud y trastorno en palabras cotidianas: acierto o más bien capacidad de acierto en ser feliz y, en el otro lado, error, malogro, incompetencia o carencia en no serlo.















2. El cuidado de sí y de los otros en Foucault, principio orientador para la construcción de una bioética del cuidado.


EL CUIDADO DE UNO MISMO.

Desde la perspectiva genealógica de Foucault, el cuidado de sí se entiende como un conjunto de prácticas mediante las cuales un individuo establece cierta relación consigo mismo y en esta relación el individuo se constituye en sujeto de sus propias acciones.

Foucault, en su etapa ética, pensaba que la vida se debería tomar como una obra de arte, como un proceso creativo de transformación individual: “Se trata de hacer de la propia vida una obra de arte, de liberarse del pegajoso contagio que secretan unas estructuras sociales en las que rige la ley del sálvese quien pueda”
La relación con la verdad debe formar parte de una preocupación personal. El afán de conocerse a sí mismo debe, necesariamente, pasar por ocuparse de sí mismo. Debe dominarse el yo a fin de conseguir concretar una filosofía de vida que haga de la persona un ser más pleno. El sujeto es quien tiene acceso a la verdad. Chaverry  afirma que el sujeto tiene que ser objeto de sí con miras a una transformación espiritual que le dará acceso a la verdad. El sujeto del “cuidado de sí” se constituye a sí mismo a partir de su relación con la verdad.

El cuidado de sí conlleva un conocimiento de sí. Es la inevitable relación que se establece entre una práctica y un saber o entre el sujeto y la verdad. Es decir, existe un fuerte vínculo entre el conocimiento y la acción, sea como principio regulador de la acción, como objetivo a ser logrado mediante la acción o como proceso a través del cual comparece. El cuidado de sí se dirige al alma, pero envuelve al cuerpo en una infinidad de preocupaciones de detalle. Se convierte en un arte de vivir para todos y a lo largo de toda la vida; el cuidado de sí es un modo de prepararse para la realización completa de la vida.




EL CUIDADO DE SÍ EN RELACIÓN CON EL CUIDADO DE LOS OTROS.


Foucault, en La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad, dice que: …El cuidado de sí es ético en sí mismo; pero implica relaciones complejas con los otros, en la medida que este ethos de la libertad es también una manera de cuidar de los otros; por esto es importante para un hombre libre
que se conduce como se debe, saber gobernar a su mujer,
a sus hijos a su casa. Ahí está el arte de gobernar. EL ethos implica también una relación hacia el cuidado de los otros, en la medida que el cuidado de sí se vuelve capaz de ocupar, en la ciudad, en la comunidad o en las relaciones interindividuales, el lugar que conviene.

El cuidado de sí expresa una actitud consigo mismo, pero también con los otros, con los otros y con el mundo. Es, por un lado, una forma de vigilancia sobre lo que uno piensa, sobre el pensamiento y, a la vez, designa un determinado modo de actuar mediante el cual uno se transforma al hacerse cargo del otro. En este sentido, comprende tanto pensamiento como acción de sí, conocimiento y cuidado de sí, pero al mismo tiempo cuidado del otro .
El cuidado del otro, que está implícito en la acción, presupone un cuidado ético de sí mismo. Britos reconoce que, el cuidado de sí solicita un movimiento reflexivo sobre sí mismo; continuamente se requiere un autoexamen, una revisión de los modos con los que se ha intentado orientar
la conducta…se busca es examinar lo acontecido a nivel del comportamiento para pulir sus formas, sus procedimientos.

Foucault propone cuatro tipos principales de estas tecnologías y que
cada una de ellas representa una matriz de la razón práctica:

1) tecnologías de la producción, que nos permiten, transformar o manipular cosas,
2) tecnologías de sistemas de signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos, símbolos o significaciones;
 3) tecnologías de poder, que determinan la conducta de los individuos, los somete a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto;
 4) tecnologías del yo, que permiten a los individuos efectuar por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el f in de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad.

BIOÉTICA Y BIOPOLÍTICA

Foucault fue uno de los primeros pensadores que introdujo en sus discusiones el tema de la biopolítica. La biopolítica es una política de la vida. El origen del concepto de biopolítica lo sitúa en la cercanía de las preocupaciones bioéticas, ya que trata del ejercicio de poder sobre el cuerpo humano (Kottow 115). Para Foucault el poder busca ocuparse de la vida; por eso, él habló de la biopolítica como: … si es probable hablar de biohistoria con relación a aquellas presiones ejercidas sobre los movimientos que imbrican vida e historia, se deberá entonces hablar de biopolítica para señalar el ingreso de la vida y sus mecanismos en el ámbito del cálculo conscientes y de la transformación
del poder sapiente en un agente modificador de la vida humana. (Foucault 80)
Este autor afirmaba que “la medicina se convierte en un poder autoritario con funciones normalizadoras que van mucho más allá de la existencia de las enfermedades y de la demanda del enfermo”. Es así como la bioética coincide con las preocupaciones de la biopolítica y otro tipo de reflexiones actuales.

La bioética es una disciplina que se ocupa de la ética de las ciencias de la vida, entre ellas de la ética clínica, la ecología y el medioambiente; es en el campo de la salud donde ha tenido su mayor incidencia, ya que fue allí donde se dio origen a ella. Díaz afirma que “sin lugar a dudas la bioética, en su papel dinamizador de las discusiones éticas en la práctica médica actual, está relacionada de manera directa con los procesos de medicalización y biopolítica” (26). Es por esto, que el nacimiento de la bioética se encuentra ligado a conflictos institucionales o de poder.

La bioética tiene implicaciones políticas, pero son ámbitos distintos ─el de la reflexión y deliberación de una ética práctica y el de la política referente a la vida humana y la salud─ que no deben confundirse (Kottow 117). La bioética debe abordar los dilemas éticos de justicia y mostrar y denunciar los problemas, y sugerir posibles soluciones justas, basadas en el respeto al ser humano y su dignidad, también como ser social.



LA BIOÉTICA MIRADA DESDE EL CUIDADO DE SÍ Y DE LOS OTROS.
La bioética es la ética de la vida que podría ser entendida como una ética del cuidado de sí y de los otros; debe liderar la reflexión de nuevos principios y valores de acuerdo con las problemáticas que amenazan la vida de los humanos en la actualidad. Esta reflexión ética la entiende
Foucault, como la práctica reflexiva de la libertad, libertad que no se concibe en términos del derecho, sino como la condición ontológica de la ética, libertad que implica saber conducir a los otros.

García habla sobre la deliberación en bioética, de sus necesidades, sus
objetivos y afirma que:
…la bioética es un proceso de deliberación sobre los fines de la vida humana que no puede limitarse a los hospitales o Facultades de Medicina, y que resaltaba el carácter político de la vida humana (en sentido similar al concepto de biopolítica de Michel Foucault). La bioética requiere, desde su nacimiento, de un escenario plural, abierto al diálogo y a la participación de todos los implicados, en el que el procedimiento de la deliberación es el más apropiado para cumplir con estos objetivos.

El cuidado de sí se presenta como exigencia y como fuerza de creación de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Valorar lo que el mundo nos ha brindado y en especial la naturaleza corresponde a los seres humanos como seres racionales; el hombre no puede ser egoísta por creerse dueño de la naturaleza, que con sus actos la manipula y la destruye; el hombre debe reconocerse como parte de la naturaleza y cuidar las diferentes formas de vida, que en muchas ocasiones son utilizadas para su propio beneficio, para la cura de enfermedades; es en este sentido que la bioética, como una ética del cuidado, debe propender por una continua reflexión.
 La bioética, como una ética del cuidado de sí y de los otros, se debe preocupar por la exaltación de la vida humana y de la vida en general.
Para Maldonado:
…la verdad es que las eventuales consideraciones sobre la vida humana en el planeta, siempre, en Occidente, tuvieron lugar a expensas de la vida en general de la naturaleza y de la biota en general. Esas consideraciones condujeron finalmente al conjunto de problemas medioambientales que conocemos suficiente, pero ante los cuales no parece haber una acción eficaz, a largo plazo y de gran escala.


En síntesis, se puede afirmar que la bioética es una disciplina en constante evolución. Esta disciplina edifica un puente entre la ciencia y las humanidades enlazadas por la ética. Abarca no solo las implicaciones de la tecnociencia en el campo de la salud, sino también en lo social y lo ambiental. Asimismo, se constituye en uno de los referentes éticos para la reflexión bioética de las situaciones que afectan la vida y dignidad de la persona, sus derechos y su medioambiente social, cultural y natural

Por tanto, como lo afirma Palazzani: la bioética del cuidado [de sí y de los otros] hace una importante contribución, humaniza la actuación en el ámbito de las profesiones de la salud, contra los excesos de la técnica, de la tecnología, de la gestión, de lo empresarial, contra la despersonalización burocratización de lo sanitario […] La bioética del cuidado muestra la necesidad de oponerse al paternalismo y contractual ismo, al recuperar el significado auténtico de la alianza terapéutica entre paciente y o profesional de la salud en la construcción de un diálogo continuo e interpersonal.
Esta bioética que se plantea implica aplicar los principios y valores morales universalmente construidos y adoptados en acciones cotidianas que realiza cada persona en razón de su dignidad humana y las libertades fundamentales de cada ser humano pertenecientes a la especie, incluyendo la tierra como sustento de la vida en el planeta.














3.LA ÉTICA DEL CUIDADO DE SÍ. MORAL Y ÉTICA EN FOUCAULT.




El término significa el trabajo, la aplicación, el celo por algo, con diversas aplicaciones en medicina (el cuidado del enfermo), en política (la responsabilidad del gobernante), se encuentra particularmente en Platón, Jenofonte, Musonio Rufo, Séneca, Epícteto, Marco Aurelio, Epicuro. Como elaboración filosófica es un principio que plantea la necesidad de un ejercicio permanente de cuidar de uno mismo, de preocuparse, de volver sobre sí mismo en una actitud vigilante. Para Epicuro, Epícteto, Platón, llegó a ser una categoría esencial de sus doctrinas.
Es evidente entonces la importancia otorgada a la epimeleia heautou, la cura sui como actitud, "actitud del individuo respecto de sí mismo" en la construcción del propio sujeto y también como principio de la conducta racional. De ahí que proponga entender la Ética como "elaboración de una forma de relación consigo mismo que permite al individuo constituirse como sujeto de una conducta moral" Para Foucault, enfatiza Rajchman, "la libertad no es liberación ni proceso de emancipación orientado hacia un fin, ni siquiera el atributo de cada individuo o licencia individual dada a todos".

Es evidente entonces que en la construcción, la constitución de uno mismo como obra realizada, entran en juego las prácticas reales o "técnicas de sr', el ethos (manera de ser), el estilo, la elección personal, las maneras de enfrentarse de cada individuo con el mundo exterior, y por esto mismo no es concebible que sean impuestas a todos universalmente.
 En síntesis, la ética como "una manera de ser y de comportarse" implica una determinada como dominio ejercido sobre sí mismo es la libertad-poder y tiene ecos de orden político en relación con la ciudad y el gobierno de los otros ciudadanos: para gobernar es preciso estar previamente en capacidad de gobernarse, el gobierno de los otros exige primeramente el gobierno de sí.

La distinción entre moral y ética parte de la constatación de la existencia de morales con pretensión universalista constituidas por normas, códigos, con énfasis en la autoridad, el cumplimiento de prescripciones, la sanción y el castigo; y morales de orientación ética en las que los individuos se constituyen ellos mismos como sujetos de conducta moral, problematizan sus comportamientos y buscan inventarse un modo de existencia. La moral es entendida entonces como relación con uno mismo y cuyo elemento central está basado en la subjetivación (ética) y las "prácticas de sí". Es decir, un individuo establece un cierto tipo de relación consigo mismo para dar a su vida una orientación y de esta forma construye cierto modo de existencia. Aquí el sujeto se preocupa más por relacionarse primeramente consigo mismo que con unos códigos. Esta es la moral orientada hacia la ética en tanto que no busca establecer impositivamente normas universales y es la que Foucault promueve quizás como una forma de escape nostálgico de las morales universales y como posibilidad abierta a nuevas prácticas o técnicas de existencia.
Uno de los aspectos más polémicos que despertó la aparición de Las palabras y las cosas (1966) fue el planteamiento expresado claramente desde el prefacio y en las páginas finales sobre el hombre como una invención reciente y no como su constante preocupación y búsqueda desde la antigüedad. Frente a la muerte del hombre que allí se anunciaba, "el fin del asesino", después de Nietzsche, se prefiere optar por un dilema 10 (Canguilhem) o evocar el antihumanismo de la filosofía contemporánea contraponiéndole la filosofía del ser en Heideger, con un énfasis muy marcado en la "Carta sobre el humanismo"l!, posición que asume M. Dufrenne.

LA PREGUNTA POR LA ILUSTRACIÓN Y EL DANDYSMO DE BAUDELAIRE
Comentando el texto de la respuesta Foucault observa que tiene un significado histórico y puede ser válida en cualquier momento de la historia por cuanto la descripción arqueológica y genealógica no constituyen ningún horizonte de idealidad ni una especie de a priori histó- rico agotable rápidamente en un momento dado. Pero no solo es una reflexión histórica de Kant sobre los principios de la Ilustración y la modernidad pues lo que se plantea allí como problema es la cuestión del presente, puesta por primera vez en el centro de la reflexión filosófica.

Articulación por tanto de una doble tarea que compromete al filósofo, pues por una parte, si pregunta por el presente, la interrogación misma le marca su pertenencia al momento histórico en el que vive y, por otra, si critica su propio tiempo esto mismo implica un trabajo del pensamiento sobre sí mismo que revierte en la transformación del sujeto. Dos puntos merecen la atención: la caracterización de la modernidad como aptitud hacia el presente y el dandismo como crítica de la actualidad y simultáneamente como constitución del sujeto. Kant se habría preocupado por dar respuesta a lapregunta enfatizando más el significado de esa época llamada AufkHirung antes que saber lo que son las Luces.

La modernidad, prefiere definirla entonces como "una actitud", un modo de relación con la actualidad en diversas perspectivas que tocan directamente al pensar y al sentir, el actuar y el comportarse, por consiguiente comprometen directamente la elección voluntaria. De esta manera, encuentra en el dandy rasgos que se pueden aproximar a la época moderna y a la idea de actualidad: "el hombre moderno, para Baudelaire, no es aquel que parte del descubrimiento de sí mismo, de sus secretos y de su verdad escondida; es aquel que busca inventarse a sí mismo". De donde se sigue inmediatamente lo que significa ser moderno, el alcance teórico pero sobre todo práctico de la elaboración y la invención La ontología crítica del presente Junto a la imagen de modernidad del dandy de Baudelaire quisiéramos destacar del análisis del texto ¿Qué es la Ilustración? un segundo punto que Foucault expresa con la idea de que Kant "inaugura la filosofía como ontología del presente", pues como se puede ver, la ontología crítica del pensamiento como actitud filosófica posibilita un nuevo espacio ético. La ontología se ocupa del ser. Es para la tradición filosófica el estudio del ser en cuanto ser. En el contexto de la reflexión contemporánea no es otra cosa que interpretación de nuestra condición o situación, precisa Vattimo. singular en la relación con e particularmente desde el domifu ética. "Lo nuevo, lo interesante, actual. Lo actual no es lo que somos, más bien lo que devenimos, lo queé mos deviniendo, es decir el Otro, nué devenir-otro. El presente, por el con rio, es lo que somos y, por ello mismo,! que estamos ya dejando de ser" , mentan Deleuze y Guatarri.

La ontología crítica del presente es una interrogación, una reflexión histórico-crítica sobre el presente y sobre nosotros mismos que expresa, bajo una forma voluntariamente discreta, la reflexión kantiana sobre la Ilustración. Por consiguiente en esta perspectiva no es solamente una reflexión histórica sobre los principios de la Ilustración sino ante todo el planteamiento del problema de la cuestión del presente pues se trata de ver "qué es lo que en el presente produce sentido actualmente para una reflexión filosófica".
 Alguien podría objetar que para el existencialismo hay un compromiso con el presente del sujeto por medio de la elección individual y de los actos que van a definir la esencia de cada uno (la existencia precede a la esencia, sostiene Sartre) y que el marxismo como sistema de pensamiento tenía la pretensión de una filosofía transformadora, con base en el análisis de una realidad presente sobre todo de orden económico.











4. MICHEL FOUCAULT Y EL CUIDADO DE SÍ.

El arte de la existencia.

Foucault aclaraba (1992a; 2006; 2008a) que el nacimiento del bio-poder trajo consigo un poder, que genera que las personas pierdan libertad, pues son normalizadas, disciplinadas y docilitadas, determinando su forma de ver, pensar y actuar. Por ello, azuza a oponer resistencia ante el Estado y las instituciones, madurando una ética propia con la cual generar una subjetividad personal. Este tipo de reflexiones se condice principalmente con los últimos años de Foucault, en lo que se ha denominado etapa ética; en ésta el autor francés anunciaba que había que tomar la vida como obra de arte, en un orden espiritual, como un proceso creativo de transformación individual.

Dicho en otros términos, en la etapa ética de Foucault “Se trata de hacer de la propia vida una obra de arte, de liberarse del pegajoso contagio que secretan unas estructuras sociales en las que rige la ley del sálvese quien pueda” Foucault (2008b) ilustra esta situación analizando principalmente la Grecia de los siglos II y III AC, viendo como en esta época existían prácticas del cuidado de sí ligadas a concepciones filosóficas mayores. De este modo, describe que el precepto ocuparse de uno mismo era, “para los griegos, uno de los principales principios de las ciudades, una de las reglas más importantes para la conducta social y personal y para el arte de la vida” (Foucault, 2000a: 50). Este imperativo se traduce en una serie de actividades que conformaron las “tecnologías del yo”.

“Las tecnologías del yo son las técnicas que se ejercen sobre uno mismo y que permiten a los individuos efectuar por sus propios medios un cierto número de operaciones sobre sus cuerpos, sus almas, sus pensamientos y sus conductas” (Díaz, 1995: 153). Vale decir, estas técnicas buscan un cuidado y esmero por el sí mismo, son prácticas reglamentadas o no, individuales o colectivas, que tiene por fin tanto conocerse uno mismo, como transformarse. En este sentido, las tecnologías del yo fueron examinadas por Foucault como “estética” en los griegos, “cuidado de sí” en los estoicos y “hermenéutica del yo” en los cristianos.
“El sí no es el vestir, ni los instrumentos, ni las posesiones. Ha de encontrarse en el principio que usa esos instrumentos, un principio que no es del cuerpo sino del alma. Uno ha de preocuparse por el alma: ésta es la principal actividad en el cuidado de sí. El cuidado de sí es el cuidado de la actividad y no el cuidado del alma como sustancia”
Tanto Sócrates como Platón recomendaban ejercitar el cuerpo mediante la gimnasia, pero no sólo por sus beneficios corporales, sino que también porque trae ganancias en el pensamiento, ya que, como hemos ido planteando, un cuerpo con mala salud trae como consecuencia el desvarío, el desaliento, la tristeza, al punto de que los conocimientos adquiridos acaban por ser lanzados del alma. Además, el rigor de un régimen físico nos exterioriza una indispensable firmeza moral.
Esta exigencia pasa por instruirse en técnicas de vida por medio de las cuales el cuidado de sí ayudará a encontrar la verdad, la verdad personal y la transformación de la subjetividad. El sujeto se debe interrogar y conocer, buscando cómo mejorar su ser. Se debe persistir en esta tarea motivado siempre por una voluntad ligada, tanto a un presente como a un futuro: ser feliz, alcanzar una mayor sabiduría y lograr una mejor sociedad. No obstante, se debe aclarar que este cuidado de sí, en la época que lo estudió el autor francés, estaba ligado a un grupo determinado de la sociedad, a aquellos que por condiciones socio-económicas privilegiadas, gozaban del tiempo y las condiciones para preocuparse por cultivar su ser.

Asimismo, se debía estar al tanto de la comida; en sus ingredientes, su temperatura. Debían igualmente ejercerse una serie de hábitos; se aconsejaba el cantar, pues ayuda a la salud, los paseos, hablar en público, saber escuchar, la concentración anímica, los ejercicios físicos y espirituales, la filosofía, la introspección, los baños, las relaciones sexuales, o la abstinencia; dependiendo las circunstancias, la relación con la pareja o el matrimonio, escribir era importante dentro del cuidado de sí 4, mandar cartas 5, purificarse antes de dormir, con baños o meditación, recordar a los muertos, la gimnasia, el ayuno o las dietas, el retiro, etc.

Se debe destacar, por lo tanto, que en el caso de los griegos, teóricamente, la cultura estaba orientada hacia el alma, pero todas las preocupaciones por el cuerpo adquirieron una importancia inmensa (Foucault, 2000a). Esto estaría dado, expone Foucault (1992b), por algo distinto de lo que pudo ser la valorización del brío físico, o el atractivo corporal, en una época en que la gimnasia, el entrenamiento deportivo y militar, constituían piezas cardinales de la formación de un individuo libre. Sino que se inscribe, al menos en parte, en el interior de una moral que decreta que la muerte, la enfermedad, o incluso el sufrimiento físico, no constituyen males verdaderos, y, por tanto, es mejor cuidar el alma que preocuparse por el cuerpo en sí mismo.

En esta lógica operaría la idea de que los males del cuerpo y del alma pueden comunicarse entre ellos e intercambiar sus pesadumbres: allí donde los malos hábitos del alma pueden encaminar miserias físicas, mientras que los excesos del cuerpo exteriorizan y fomentan los defectos del alma.

En suma, en la última etapa de la obra de Foucault, el cuidado de la verdad es un cuidar de sí, en el que el sí mismo aparece relatado y constituido en una relación consigo, como cuerpo y como sujeto. El cuidado y el conocimiento de sí mismo es la clave para conocer la verdad, y para lograr una mejor vida. “La más notoria de las permanencias es la relación con uno mismo.






DIMENSIÓN EMOCIONAL (DIAPOSITIVAS)